Me abro al cierre

-Prólogo

El tejado de mi casa es muy travieso. Cuando quiere se desencaja de la cima de las paredes y se va a tomar el viento, es decir, que se va a dar un paseo por hay. Y cuando llora el cielo, y a este le entran unas ganas locas de volar, nos deja a todos calados hasta los huesos.

Bueno, ahora te lo explicaré desde el principio: cuando yo tenía dos años, mis padres querían vivir en un sitio independiente y alejado, y se vinieron a vivir aquí, es decir, a la casa en medio de el campo, solitaria pero divertida, aburrida pero entretenida, al ser la causa de que tengo amigos, no humanos pero amigos; estos son: mi perro Liny, la ardilla, el gorrión, el periquito y la gata de la granja.

Era un día soleado cuando me levanté por la mañana. Bajé a la cocina a desayunar. Había torrijas y leche. Cuando terminé, me vestí y me aseé, y me bajé al campo a jugar con mis amigos, cuando bajo, vi algo diferente, era nada menos y nada más que el tejado de mi casa, se llamaba Gully, pero todos le llamábamos Tyny el loco, al ser motivo de que hace lo que quiere. Nos lo pasamos genial: jugábamos a la pelota, al pilla-pilla, al escondite, etc. Pero cuando estábamos jugando al escondite, Tyny se cayó y se hizo un agujerón. Los padres nos hecharon la bronca del siglo y nos dijeron que ahora tendrían muchas goteras, entonces el periquito tuvo una idea: dijo que podiamos ir montados en el tejado hasta la gran ciudad para que arreglaran al tejado. Todos estabamos de acuerdo, los mayores porque podrían disfrutar de las vacaciones extra sin niño y nosotros porque ibamos a ir a la gran ciudad. Partiriamos la semana que viene.

Cuando me levanté, lo primero que hice fué mirar por la ventana. No hacía mal tiempo, aunque un poco nublado. Me vestí, desayuné y me aseé y me fui a desayunar. Después de unos 30 minutos, Liny, la ardilla, el gorrión, el periquito y la gata de la granja nos pusimos encima de Tyny. Este empezó a levantarse. Saludamos a los mayores.

Como había un largo viaje, los mayores nos prepararon una comida estupenda: bizcocho de todo tipo de sabores, limonada, fruta, y muchas cosas más.

El viaje muy fué tranquilo. Tardamos dos horas: empezamos a ver unas casas, que al orden se iban poniendo más grandes. Casi en el centro de la ciudad, vimos una tienda de arreglar tejados, bajamos suavemente y entramos a la tienda. Estaba llena de jente con tejados rotos o descoloridos. Eramos los cuartos en la fila. Como ya era hora de comer, nos fuimos a un restaurante chino. Había una comida muy buena. Pasada una hora salimos del restaurante, nos montamos encima de Tyny y a volar. El viaje no fué muy largo, parecido al de ida, cuando legamos a casa los padres nos habían preparado una fiesta sorprendente. Estamos todos muy alegres porque el tejado estaba muy nuevo, aunque travieso como siempre.

*

[Descripción de una persona]

Se llama Alba. Es una chica alta y delgada. Tiene el pelo largo negro como el tizón. Sus ojos son brillantes y tan grandes que parece que se le van a salir de la cara. La boca siempre abierta y risueña, deja ver unos dientes blancos perfectos.

Le encanta vestirse con una camiseta amarilla y unos pantalones de tirantes verdes como los de un jardinero, también le gusta llevar un sombrero de paja, un gran bolso y unas botas de goma grandes.

Es una chica muy simpática y divertida, aunque es nueva en la clase ya tiene muchos amigos. Es gran aficcionada a las conchas marinas que le encanta enseñarnos.

Como le gusta mucho hablar se pasa los recreos contandonos historias de cada concha.

*

[Descripción de persona que más me gusta estar]

Mi primo.

Se llama Andrés. Tiene 9 años, ya para los 10. Tiene la cara regordeta, aunque no mucho; Tiene el pelo rubio y rizado. No le importa que ropa llevar. Es bromista y sonriente. Le gusta el fútbol y jugar a la play station.

Vive en Sevilla. Va a un colegio francés. Su padre es profesor y su madre fiscal. Tiene una hermana de 2 años menos que él y se llama Estrella. Tiene dos gatos: Fernandita y su madre que no me acuerdo como se llamaba.

Le gustan los dibujos animados. No le interesa mucho la música. Y no es muy alto. Es muy ansioso con todos los muñequitos y con los helados y chuches.

*

[Autoretrato]

Me llamo Daniel. Tengo 11 años. Tengo el pelo alborotado y negro. Los ojos pequeños, cejas grandes, nariz chata y boca no muy grande. Tengo los mofletes flacos y las orejas pequeñas. Soy alto y delgado, piernas grandes y brazos. Los ojos los tengo de color marrón oscuro. Tengo la cabeza alargada. Me gusta jugar al baloncesto, ir al cine y (jugar a) (ir a comer a) (bii) bolleyball. Me gusta la comida árabe e italiana. También me gusta la música jazz y rock.

*

[Dictado de “El hombrecito de la lluvia”, Gianni Rodari]

Yo conozco al hombrecito de la lluvia. Es un hombre ligero; muy ligero, que vive en las nubes, que salta de una nube a otra sin hundir el blando y vaporoso pavimento. Cuando se despierta exclama: “¡Pobre de mí, quién sabe cuanto habré dormido!”Mirando hacia abajo ve la tierra seca y humeante sin una gota de agua.

[Continuación libre]

Entonces, rápido como un ciclón, este intenta que las nubes lloren un poco, pero estas también están secas. Entonces intenta conectar con (en) lo más profundo del alma, con el Sabio Sin Nombre, Rey de las Cuatro Estaciones. Y este le contestó, con la palabra de que fuera a sus mansiones. Y el gracioso personaje, hizo el viaje que ningún Maia nunca hizo: visitar a la maxima autoridad. Él (que es como llamaban a este rey) vivía en lo más alto y profundo de la Tierra, que solo podías visitar si el quería o lo presenciaba.

El Maia viajó por un laberinto gigante, con solo la preposición de que iba a llegar, y al cabo de 2 días, este llegó. La residencia de Él era una gran montaña. Le recibió, y le dijo que cuál era el problema, y el Maia dijo: “Al levantarme por la mañana, una oscura sombra fue la primera imagen que vieron con cierto recelo mis ojos. Rápido y veloz me desperté, pero de nada sirvió, porque la sombra ya se había ido, y con ella había secuestrado a la lluvia. La lluvía, que confía en todes, creía que era un juego y no utilizó sus grandes poderes, y se las llevó.” Entonces, Él dijo: “Pocas veces te hablaré, y esta será una de ellas. Búscala, este es el sitio donde menos te lo esperabas, pero si no lo encuentras antes de mañana, dejarás de ser un espíritu al ser un humano, y lya te he dado una pista, y ahora vete.”

La lluvia estaba en el sitio donde menos te lo esperabas, y si no la encuentro, seré un humano, (pensaba) humano, humano ¡¡¡Ya lo tengo!!! Los humanos, la Tierra, (l)¡ahí es donde está la lluvia! Y con este descubrimiento termina la primera parte.

*

Érase una vez, mi primo de Valdemoro, con casi 25 años, cara redonda y regordeta, pelo negro y no muy corto, mirada desafiante, y de estatura 1,79, tenía una obsesión muy grande con los perros. Entonces, ¡dale con los perros! Vecinos de todos los pueblos le regalaban todos los perros que tenían; estos eran de todas las edades, de todas las razas, de todos los tamaños… Cuando ya había conseguido casi la doble docena, vino el problema más grande de todos. ¿Dónde los pondría? Y todos los perros que le regalaron hasta ese momento los devolvió.

Tuvo que dar cobijo a 21 perros en su casa, y desde ese momento, le llamaron “El de los Perros”. FIN

*

[Dictado]

Llegamos al refugio. La puerta chirrió, y percibimos un olor a fuego apagado.

Cuando nos acostumbramos a la penumbra del interior, pudimos ver una habitación acogedora. En la pared de la derecha, a gran altura, había un ventanuco por el que se escondía una enorme telaraña y debajo un montón de leña seca.

En el centro, una enorme mesa de madera rodeada de bancos que parecía invitarnos a merendar.

Continuación]

Llegamos al parque natural. Al principio de este, un pequeño (car) parking era casi lo único con claridad que percibían mis ojos. Porque más de un billón de árboles inundaba todo –o casi todo– el terreno, y en el centro (y) había un río con (su) un puente (aunque nuevo) muy bonito y todo.

Me daba la sensación de que estaba en el paraíso, porque el aire mejor del mundo estaba allí. Un valle pequeño y majo al lado del río fue una cosa de las que más me gustó. Alrededor, había muchos (al) árboles, y en el centro, todo estaba lleno de hierba limpísima y (grande) verde.

*

Mi madre es un poco pícara, juguetona, amable y sincera.

Le gusta la gente que es simple, lo contrario de ella.

Siempre está haciendo cosas, es divertida y le gusta la lectura.

Es alta y delgada, y siempre es amable. Cuando habla por teléfono, parece que está hablando con el rey de Roma.

Le gusta sobre todo el cine antiguo y las películas que reflejan algo catastrófico de la vida.

*

Diario del Capitán Volisbia, 24 de Febrero 3003

Aunque es inhumano, es imposible, estamos en una nueva pista de descubrir el catorceavo planeta,

Diario del Capitán. Senvio, 14 de Mayo 3003.

Hace unos meses, más o menos, escribí una página dónde ponía que íbamos a descubrir un planeta, y ya lo hemos hecho. Intentaré hacer una pequeña descripción:

Cuando bajamos de la nave, todo estaba muy oscuro. En cuestión de milésimas, una abertura se abrió debajo de nosotros y todos (excepto la nave) nos deslizamos por el abujero limpio y verdoso. Una hora más o menos estuvimos bajando y bajando por por esa especie de tobogán. Algunos se suicidaron presos de la locura y otros perdieron la vida por el susto y el pánico. En fin, cuando acabamos la especie de “atracción de la muerte” nos arrastramos a un pasillo gigante. Y unos retumbos horrorosos oía de repente. Porque unos S gigantescos hombres nos cogieron y nos llevaron a una ciudad. Pero no se si es conveniente que la llamemos “ciudad” porque era lo más precioso nunca visto por el hombre. Un montón de castillos de la edad media, rodeado de árboles y todo tipo de vegetales, fuentes que hechaban agua plateada que vañaba una plaza recubierta por una alfombra multicolor, rascacielos gigantescos que terminaban en punta, pirámides de egipto, templos griegos, casis parisinas… era una especie de ciudad-mundo, llamada, Tûna.

[Opina:

¿Te gustaría formar parte de una expedición?] No. [¿Por qué?] Porque sería arriesgado y clautofobico.

*

[8. Escribe cinco adjetivos para describir el carácter de tu maestra.]

Amable, desconfiada, inteligente, divertida, seria.

[9. Escribe su retrato interior con los cinco adjetivos.]

Pilar, mi profe, cuando la preguntamos alguna pregunta difícil pone una cara inteligente y seria, pero ella es siempre divertida menos cuando la cabrean. Es muy confiada y amable con la gente.

*

[Lengua. Relato]

“Esa noche no podía dormir. Tenía algo en lo más profundo de mi alma que me ponía muy nervioso. Me levanté y me fuí a beber un vaso de agua. Cuando llegué a la habitación, noté que una luz verdosa bañaba mi ventana. Fui rápido hacia ella y la abrí. Pude ver con mis propios ojos una inmensa mole de metal que llevaba unas pequeñas luces verdes. Como atraído por un imán, me fui acercando poco a poco, sin saber lo que hacía. Salí de mi casa y me dirigí al parque. Al llegar, vi que la inmensa mole de metal era una nave espacial. Intenté entrar en la nave, pero cuando la toqué con la suela del zapato, un montón de pequeños bichos (como pingüinos) aparecieron por todos lados y me cogieron. Yo no opuse resistencia, ya que eran muchos y estaban “armados”. y me llevaron a una especie de calabozo.

Después de unas horas, oí un leve zumbido: estabamos despegando. Y aquí sigo, escribiendo esta carta por si alguien la encuentra que por favor, me ayuden”.

*

[10. Escribe un relato de ciencia-ficción.]

Eran las 4:15 de la mañana. Me tocaba Consejo en la quinta. Salí de mi casa. Entré en mi taxi y en dos segundos ya estaba sentado en mi silla para el Consejo. Nuestro conjunto, es una organización secreta y muy importantes que se encarga de otros países, y planetas.

Estuvieran como 2 horas hablando de un planeta, de una misión… yo me dormí, y al cabo de media hora, alguien gritó mi nombre muy alto. Me di un susto, que casi caigo de la silla. Me ordenaron que tenía que ir a un planeta muy subdesarrollado, (llamado la Tierra) para descubrir a una banda de Adebarianos que se había colado en la Tierra sin el permiso de la NASA.

Yo estaba muy nervioso, porque nunca había hecho ninguna “misión x” (como llama mi madre)

Iba a salir dentro de 44,89 céntimas de segundo, a sí que no me dió apenas tiempo de despedirme y hacer la maleta. Cuando entré en la nave, me dió una sensación de frío interior. (así es como dice mi madre)

Iba a viajar 100.000.001.090.004 años luz, es decir, 4 días (un montón) ¡qué emoción!

Fin de la 1º parte (y última)

*

-¿Qué, qué hago aquí?

-Pues lo que tendrías que haver hecho hace mucho tiempo.

-¿Quién eres? ¡Ah, ya sé! ¡Te he pillado! ¡Este es un programa de T.V que hacen bromas! ¿Quién me lo habrá hecho? ¿Mi tía Kate? ¿Mis padres?

-¿Qué tonterías estás diciendo, Gilberto?

-¿M… ¿Qué? ¿Gilberto? Además de una broma tonta y pesada, es mala: ¡MI NOMBRE ES BLAIK! -Gritó el niño. – ¿(Oh) O, no es una broma? (…)

-Es verdad. Creo que te tendría que dar explicaciones. Hace mucho tiempo, creíamos que se iba a explotar el planeta; entonces mandamos llevar al pequeño príncipe a otro planeta, para, que cuando se explotara, nuestra raza no se extinguiera.

-Entonces, ¡ahora no me digáis que ese pequeño era “Super Mán”!

-Efectivamente. Y tú eres su nieto, y por eso vamos a llevarte de vuelta a nuestro planeta: Orión.

-¿Y mis padres, siguen viviendo?

-Claro. Son inmortales.

-¿Pero el planeta no se había explotado?

-No. Fué una equivocación.

-Y… ¿Inmortales? ¿Y Supermán, porque se a muerto?

-Le mataron.

-¿Quién?

-La misma persona que dijo que se iba a explotar el planeta.

*

En un pueblo, pequeño (más bien una aldea), en el(o) alto Pirineo, los habitantes del pueblo (todos personas jubiladas) se habían enterado que de el Alto Pirineo de Francia habían visto ir a un lobo a su pueblo. Todos los aldeanos, estaban muy preocupados, porque vivían a causa de la ganadería.

Pepe, que era el mayor de todos, por lo tanto “el jefe”, cogió una escopeta de su padre ya muerto y convocó una reunión en la vieja plaza del pueblo, al lado de la estatua de su abuelo. Al final, las abuelas y los abuelos, decidieron que por la noche, las personas más jóvenes (60 años) harían de vijilas.

Esa noche le tocaba de vijila a Juana, la mujer de Pepe. A las 12:30, esta ya estaba más frita que (un p) la arena de la playa.

Hoyó unos pequeños saltos, y cuando se levantó, vió a un inmenso lobo devorando a las gallinas. Juana cargo la escopeta, y de un disparazo se cargo al lobo en un plis plas.

Los habitantes se levantaron rapidísimo, y de la alegría por la muerte del lobo, achucharon a Juana tanto (como) que la tuvieron que llevar al Hospital.

*

[Relato Fantástico & Descripción del Museo Naval.

Descripción]

Cuando entramos, vimos una pequeña habitación con un vigilante muy tonto; nos hizo pasar por una especie de barrera para ver si teníamos armas; luego subimos por una escalera estrechísima y mal pintada a un pasillo que daba al vestíbulo. Este estaba adornado con un cuadro de Isabel (la) II (que fundó el museo), dos señores muy serios y muy bien vestidos y una señorita con un vestido horterísimo y rosa que tenía un pecho gigante y una tripa muy delgada. A continuación, entramos en otra sala con un barco (buque) muy grande y bonito, y dos cuadros que cada uno de ellos llevaba pintados a los Reyes Católicos; también había una (b)vajilla con la bandera de España al revés. Luego, un montón de salas con maquetas de barcos, buques, galeras hechas de huesos, armas, mástiles, camarotes, etc. la decoración era muy hortera: las paredes rosas con columnas verdes o viceversa. Bueno, resumiendo, ha sido una vista que ha merecido la pena.

[Relato fantástico. (No soy yo) →]

Entramos en el museo, llovía mucho; entonces subímos una escalera y entramos en el (b)vestíbulo. Tenía unos cuantos cuadros y 2 bancos. A mí me gustan mucho los barcos, por eso he querido venir al Museo Naval, porque tiene muchos barcos y objetos relacionados con estos.

Así seguimos como una hora, hasta que al final, un montón de agua vino con muchísima fuerza a chocarse contra nosotros; parecía un barco hundiéndose. Pero yo recorde que mi padre me había regalado antes de morir una maquinita que hacía grande las cosas, y este era el momento de utilizarlo. Y eso hice, cogí un barco y lo transformé, me monté en el y empecé a recoger a toda la gente.

Cuando ya habíamos recogido a todos salimos a la calle, y… ¡toda la ciudad estaba hinundada! porque había llovido tanto que todo Madrid se había inundado.

Todo el mundo tenía su barca, y en vez de ir en coche iban en su barquita que no contaminaba nada. Y Madrid, en vez de llamarse así, se llamó: “Hidromadrid”.

*

[descripción de un lugar de miedo.]

Traba (costa de la muerte)

Se puede decir que Traba es la más brava y grande playa que haya en Galicia. Las olas rúgen como leones, y sus (dimensiones) arenas repletas de algas, cactus, erizos, etc te hacen sentir incómodo.

Pero no es todo así, también tiene unas dunas cubiertas de restos de barcos que te hacen pensar si uno de estos trozos de madera hubiera pertenecido a un barco que se chocó contra las terroríficas rocas que pueblan la Costa de la muerte.

Nadie se atrebe a entrar en la playa por la noche, porque, como dice una leyenda, si entras en traba de noche, no saldrás de ella. Como la playa está en dirección Norte-Oeste, sopla un viento tan terrorífico y huracanado que te hacen pensar si vas a salir volando y caer en los leones que acarician la playa gigante.

*

[Relato de una pequeña historia de miedo]

Cuenta que, a las orillas del mar, existía una playa magnífica, con un oleaje estupendo y una gran variación de peces comestibles. Esta playa, había alejado a toda la gente de allí, porque todos decían que estaba gobernada por la bruja del mar, que, como decían ellos, si alguien toca el agua de esa playa pasará a ser gobernado por la bruja, y nunca más volvería a salir de las profundidades de el mar.

Pasados ya sus años, un grupo de pescadores que venían de la ciudad, decidieron pescar en esa playa, y a pesar de los consejos que les habían dado los de los pueblos más cercanos, estos no hicieron caso de nada. Como decían ellos que por la noche era cuando mejor pescaban, decidieron pescar esa noche, ni más ni menos que a media noche.

Cuando los pescadores tocaron la arena de la playa se produció un pequeño temblor, pero estos ni se inmutaron. Sacaron la barca al agua y se subieron en ella. Apenas el anzulo matar a un pequeño pez, las aguas se alzaron con una fuera terrible y se tragó a la barca. Los pueblerinos, como no volvían, fueron a buscarlos. Un mozo muy valiente dio un pasó y entró en la playa. Todos se creían que iba a morir, pero no le pasó nada. Entonces todos entraron en la playa, y hasta se bañaron, entonces sabieron que solo moría quien pescaba en la playa, y fué un lugar muy turístico, pero, como nó, se prohibió la pesca en esa zona.

*

[Describe el paisaje que has hecho en 8 o 10 líneas.]

Desde lo alto se puede ver la pequeña plaza de la iglesia, rodeada por unas casitas típicas de allí. Un poco más arriba, dos grandes casa hay con cada una su pequeño jardín.

Esta pequeña aldea tiene unos cuantos árboles. A la derecha, un gran río marcha a la “ventura” con un puente muy antiguo por encina. A la otra parte del río, un pequeño camino sigue su “camino”, independiente a los inmensos sembrados y bancales que hay por todas partes.

*

[Lengua. Dictado]

Hace mucho tiempo, en este lugar apareció un día una fuente, que bajaba de lo alto de la montaña. Una muchacha del pueblo llamada Blanca pasó un día de mucho calor junto a la fuente y se detuvo para colmar su sed. Esta muchacha tenía desde niña un brazo inutilizado por unas fiebres reumáticas de las que nunca logró recuperarse. Se agachó para beber y las gotas de agua cubrieron el brazo enfermo. La muchacha bebió, se refrescó las sienes y los brazos y siguió su camino. Este hecho se repitió varias veces aquel verano.

[Continuación libre]

La madre de Blanca, Lidia, estaba muy preocupada por ella. Todas las mañanas, a primera hora, salía de su casa e iba en dirección a la montaña. Venía a la hora de comer, muy alegre y sonriente. Además ya no tenía, fiebre, y el brazo lo podía mover un poco. Lidia temía que ella fuera a un curandero o algo así, porque tenían muy poco dinero y no podría pagarle.

Una mañana, antes de que Blanca se despertara, Lidia entró en su cuarto y la levantó. Le dijo:

-Blanca, cariño, ¿a dónde vas todas las mañanas?

-Mamá, lo siento, pero es un secreto.

-¡Pero, yo soy tu madre! Desde que murió papá ya no nos hablamos, ni me dices nada.

-Bueno, te lo contaré: ¿te acuerdas es día de mucho calor que fuí a dar un paseo?

-Espera… ¡sí!

-Pues me encontré una fuente. Yo tenía mucha sed, así que bebí un poco de ese agua. Entonces todo cambió: el brazo puede mover.

-¡Y por eso por lo que estás tan bien!

-¡Claro! Por eso voy todas las mañanas a la fuente, para beber de esa agua tan maravillosa.

-Pero… ¿de dónde vendrá ese agua?

-¡Podríamos ir hoy siguiendo el camino de la fuente!

-Pero tenemos que tener cuidado. Seguro que la fuente viene de la montaña.

-Pués venga. Vamos a vestirnos y a desayunar cuanto antes. ¡Tengo unas ganas de ir!

Lidia y Blanca salían andando ligeramente del pueblo. En menos de una hora, Lidia divisó a lo lejos una pequeña cinta de plata y una fuente. Madre e hija fueron rapidamente hasta la fuente. Allí se refrescaron los brazos, la cabeza, lacara, los hombros… Al fin, a Blanca no le dolía nada el brazo y podía moverlo perfectamente y a Lidia se le quitaron las malditas contracturas que tenía en el trapecio.

Las dos “mujeres” siguieron el camino. El campo estaba precioso. Se (vehía) veía a lo lejos unas casitas muy bonitas. El río tenía por todos lados alrededor unos inmensos campos de flores multicolores. Era más bien un pequeño arroyo. Cuando era la hora de comer, se sentaron entre las flores y degustaron los exquisitos bocadillos de manteca de coliflor que Lidia había preparado. Cuando terminaron, siguieron el camino. Ya en la hora de la siesta, habían llegado a la falda de la montaña. El arroyuelo se iba extrechando. Siguieron al “río” hasta que… ¡entraron en una especie de abujero donde estaba todo lleno de grandes casas coronadas con un escudo!

Las dos extrañadas llamaron a una de las casas, y, ¡apareció una bruja! Les explicó que la fuente atraía a las brujas, y que ellas eran una de ellas, es decir, Lidia y Blanca, las 2 aldeanas más pobres, fueron brujas, tuvieron poderes, etc. Y así se explicó que no solo los afortunados tienen suerte.

*

[Descripción científica de la Granja-escuela “el Acebo”.]

A llegar, se ve claramente na gran casa de madera con tres pisos. La puerta principal es grande, negra y de hierro, y las ventanas no muy grandes. Cerca de esta – al fondo- hay un pequeño parking con unas diez plazas. Por la otra parte, hay un patio exterior pegado a la puerta trasera. Una escalera de cemento baja hasta llegar a un gran patio donde hay dos casas que utilizan como talleres. A la derecha, hay un corral con gallinas, patios, ocas, etc. Abajo, está el huerto, y a la derecha de este, están las, vacas, ovejas, cabras. Etc-

[Descripción literaria de la Granja-escuela “el Acebo”.]

Al entrar en la casa principal, se podía notar el olorcillo a comida. Todo lo recuerdo: las habitaciones eran cálidas, pero bonitas y alegres. El comedor era grande y estaba bien decorado, y hacía algo de calor. Siempre que entrábamos allí me daba la sensación de que ibamos a comer o a hacer algo divertido. El paisaje que se podía contemplar desde allí eran unos hanchos montículos con poca vegetación, reflejados por la poca luz que daba el sol allí. Todo eso me daba una sensación de bienestar y felicidad, pero sobre todo notaba que esos cinco días me los iba a pasar estupendamente.

 

2002-3

9 crimes

Le aseguro que si lo hubiera sabido nunca, ni por asomo, hubiera tenido la audacia de coger ese maldito móvil, dejar de mirar las flores, continuar chupando del humo para avivar el delirio… Le aseguro que si hubiera tenido un mínimo de intuición, un mínimo de conexión con mi intuición…

Ya le digo que no. Que estaba bien perdide. Por supuesto que lo sabía, pero cómo sabes algo cuando no sabes que no sabes. No me voy por las ramas porque al menos mirar las ramas, mirar esas flores lilas que caían ya por septiembre, adelantadas al 2020, a sabiendas de que algo se cocía en el tiempo… Si al menos me hubiera quedado en las ramas. En las flores, mirando a las macetas, dejando el móvil en el cuarto, boca abajo, como fuese. Aunque si me pregunta sobre la retroacción para hablarle de mi intuición, debería volver un poco antes, cuando empezó un septiembre con opciones, un mes para escoger, esto, lo otro, aquello; así, de un día para otro. Yo salía de dos semanas de trabajo interno, caminaba por la calle central del pueblo y me dio por llamar a X, a quién no; aunque hubiera estado días sin responder a mis mensajes, acostándose con chicos, separándose, por fin. Yo yo, separade, a miles de kilómetros, llamándole para preguntarle qué debería hacer. X me dijo que me fuera lo más lejos posible para ganar todo ese dinero, que ni se me ocurriera ir a la mezquita y pretender ser une más, pero que tampoco fuera con vestidos a comprar el pan, creo recordar… Me dijo que se alegraba por mí y que me fuera, y yo le dije que le echaría de menos y ellx me dijo que también, pero que me tranquilizara. Así que llegué a Madrid y tardé un solo día en tomar la decisión de confiar mis huesos a un cementerio u otro. Por supuesto que ya vivía allí pero en otra casa, hasta que otro machirulo se hiciera con el candado del edificio; así que no era solo aceptar el desapego de la separación, la cruda realidad de una relación ahumada, agotada, entre paréntesis… era aceptar el fracaso de una casa, de un verano, de otro, de mi amor, de mi corazón enfermo, de mi intuición engañosa, de la mezquinidad propia y ajena, de mi cobardía para cruzar el charco y empezar de cero, separarme de X aunque se hubiera separado ya de mí, separarme de Granada, de mis amigas, de Canna… No estoy proyectando la nostalgia de lo que sucedió después en esto porque está todo conectado, ya verás.

Total, escribí esos mensajes y hacía meses que no me fiaba de las personas rubias, teñidas o no, cosas mías… estoy bromeando, la gente se tiñe el pelo como se cambia de ropa interior, sería absurdo, aunque funcional para justificar la misantropía circunstancial o estacional, discriminar en base a eso… Sí, lo reconozco, está claro y es evidente, tomé una decisión, y luego otra, y una tras otra, todas de mierda. ¿Está sugiriendo que lo tenía planeado? Por supuesto, es un comentario que ya he escuchado antes. Les traes moras y te estampan las rojas en la cabeza. De ningún modo sería, aun así, lo suficientemente hiriente… nada lo sería salvo desprenderme de un asesino, como para que se me ocurriera… Le estoy diciendo que yo nunca maté a ningune, se lo prometo, señora detective imaginariademicabeza; además, todes están vives todavía, chequea sus redes sociales; no a través de las mías porque les bloqueé hace rato. Bueno, si lo dice así vale, están muertes en mí, en mi corazón; de eso no hay duda. Exacto, encima piensan que no tengo corazón, así que por qué habría de cuestionar ese lugar —lúgubre, mal iluminado, cubierto de florecillas secas mezcladas con plantas ornamentales de plástico— donde me dio por enterrar simbólicamente a esos nueve vínculos y sus recuerdos de una vez por todas. Yo, que creía en el amor como una energía de revolución planetaria e incluso universal. Yo, que no veía transformación sin perdón, sin idealización del perdón, con la aceptación de los límites, pero… ¿Realmente?

Realmente: primero, cuatro personas incapaces de cuidarse y de cuidar un espacio común, durante meses, tras varias conversaciones, te acusan de manipularles a todes porque… ¿Cómo estaba por entonces, dije? ¿Rote por dentro? ¿Incapaz de aceptar la separación, ni de la relación con X, ni de mi propia lucidez, partida a cachos, perdida, sin ubicación salvo en un día a día de la marmota, del humo, de trabajar de cuidadore interne en el norte y de descuidarme internamente en el sur? Me acusaron de manipularles a todes y yo me enteré por bocas ajenas; la gente tiene un mínimo de decencia para verter sus acusaciones pérfidas, todavía guardo esperanza en la humanidad… Me acusaron porque fui incapaz de sentir empatía y desconfié, empecé a desconfiar, empecé a hablar y a compartir mi malestar en los confesionarios de la Gran Hermana, a sentir miedo de esas personas que no se molestaban un mínimo en entender que molestaban; sobre todo de una, que se negaba a hablar, que se ponía agresiva en su teatralidad rimbaudiana… ¿Que si mejoraron las cosas? ¿Cuando se fueron? Se inundó la casa de toda la mierda que estaba almacenada, mierda de casa, raíces de mierda; toda la mierda de esa ocupación de mierda salió a borbotones, para saludar, para despedirse, para invitarnos a trabajar en equipo un poquito más: otro trabajo de mierda. Y después, quedamos cinco, parece Los diez negritos de Agatha Christie; y hay un juez, una jueza, vaya; enfadada, impetuosa, con los ojos morochos de tanto canuto y voz paranoica; carga contra las energías, habla de “la casa” como si estuviéramos en una nave espacial o en la última colonia con agua de manantial en la Vía Láctea. Yo me pensaba tan compasive, tan conectade con mi corazón roto en mil pedazos cuyos cachos esparcía con cada palabra y con cada calada, que trataba de acompañar, de no juzgar, de compartir mis absurdos amagos de saber algo, bien explicados, por supuesto, por algo tengo un máster, aunque casi me suspendieran la tesis por ir de listille… Está claro que algo fallaba porque me mostraba con demasiado transparencia, como ahora; era mi forma de hacerme querer (u odiar), compartir mi vulnerabilidad, mi propio reflejo de la vulnerabilidad sin planear, porque sale sola, shit; decir, mira, coge, esto soy, ahora pincha, ahora no se ve, ahora habla, ahora escucha y ahora sufro. Tengo una rabia fina e infinita, que me sale a borbotones al pensarme víctima de las injusticias, y sé que es como un zarzal creciendo al ritmo de mis maniobras en una manivela mental, entre las lápidas que yo misme coloqué para ahuyentar a esos nueve fantasmas, a esas nueve voces con rostro —más cinco que nueve, más una que diez— que me despiertan por la mañana para que me hunda en la tierra de mierda con elles; para que trague tanto barro que mis pulmones se inunden de potaje en descomposición, los restos del naufragio de la familia, de la familia okupaburguesa de la que yo me creía madre proveedora y pedagoga, hije predilecte transfemiyonki de la querida familia vampírica que elegí, que contribuí a crear y a destruir, a la que me uní y que abandoné hace seis lunas llenas.

Confieso que enamorarme siempre me ha enloquecido para mal; me ha enloquecido años enteros, sueños enteros, días y noches enteras desde los seis años. Me ha vaciado de un sentido del ser y del estar mortífero tras embriagarme de amor, si no fuera por mis hermanas,  por algunas personas que, como llamitas de amor y esperanza, viendo por sus peculiridades de fuego y visión mi propia y peculiar llama, me han ayudado a creer en mí y a canalizar esa energía delirante y borbotónica a cuanta gotas, hacia mis propias raíces, sin falsas colectivas de más. Porque era como vivir en un rodeo, en una competición, en un videoclip cutre de Nathy Peluso. Era como evadirse, una y otra vez, de lo que era ya. De lo que era yo, que no debía estar allí, que nunca debería haber ido a buscar a X cuando era X a su casa tras cambiarse de casa años atrás, sobre todo después de sus compañías y de que no se atreviera ni a mirarme con amor para “no molestar a sus amigos”, esos hippies de las cuevas… en fin; yo me quedé, me acosté para descansar tode dramátique, pensando que volvería a estar bien y a poder formar parte de eso (ellos); pero no, me fui; luego volví, me duché, me fui; luego pensé que nunca volvería, gracias a las cuevas y a las amigas, y cuando volví para decírselo se quedó, me quedé, le canté, me pidió follarme pero mi culo está out of order in terms of dick coming in; nos quedamos y la cagué estrepitosamente, eso sí. Mis uñas se invadieron de cándidas, me salió un quiste en el culo si no estaba ya allí, me bajó el ácido fólico, me quedé sin vitamina B12, casi suspendo la tesis de los vampiros por enamorarme y no terminarla, me quedé sin trabajo en la vendimia, me quedé sin dinero, me quedé sin dignidad por dejarme insultar, empujar y escupir y volverle a dar otra oportunidad; me quedé sin ganas de amar porque amaba tanto a X que mi pecho iba a explotar; porque no teníamos dinero, porque no teníamos techo, porque no teníamos futuro, ni juntes, ni separades (pero sobre todo ni juntes).

¿Que qué hice? ¿No te dije que mi intuición es como un apéndice cercenado de plena inconsciencia? Pensé: hasta el final. Hasta el final de lo que lata este corazón maltrecho, hasta el final para saber qué hacer, para sentir qué hacer. Así que llega el 2020, vuelvo de Reino Unido y me siento fuera de lugar en el TV show de las Pussy Cari(e)s, vienen mis amigas y me animan a marcharme, no he cobrado todavía, me voy a Beneficio, espero, trato de entender mi pena, mi rabia, ya no hablo con X, no sé quién es, no me hace gracia, no confío en ella, todo tiene que girar en torno a su ego malherido o se incomoda…. ¿o me incomoda que todo  tenga que girar en torno al mío? No confío en nadie pero vuelvo y se inaugura un estado de alarma por el coronavirus, así que me jodo, me venía reconciliando con X porque nos quedamos soles en el castillo y decido quedarme (otra vez). Así que me vuelvo loque, me entran delirios, me imagino cosas, me vuelvo a enamorar, me vuelven a insultar, a empujar y a gritar; lloro todos los días, desde por la mañana hasta por la noche; nadie  me entiende, nadie me pregunta, nadie tiene siquiera un mínimo de energía para darme un abrazo en el que florezca mi desazón; aunque me ofrecen asistirme el suicidio, todo un honor, justo lo que necesitaba. Todes tienen desazones, el mío no es especial, no tiene lugar en el videoclip de Peluso pues soy la vieja lisiada y con barba que llora al fondo del encuadre descalza; tengo el pelo revuelto y me sueno los mocos con el vestido. Tengo una cámara y grabo pero solo aparece el vacío en el espejo y unas caras desfiguradas, voces intermezcladas con los ritmos que bailo al atardecer para quitarme tanto muerto de encima. Escucho voces, voces de crítica, de desconfianza, pero trato de encontrarlas y se van. Escucho a seis personas cagar todas las mañanas desde mi cama, a un metro y medio de distancia, y sigo sin saber si esas voces son de alguien o son mías, puesto que por entonces pensaba que todes éramos una, que esto es un gran cachondeo y que hay polvos de Orión sincronizándonos; vaya, estaba perdiendo la chaveta. Consideraba a Pécora mi amiga. Aunque se riera de mi sin conocerme de setas, se riera de mí porque no creía en mí, porque le parecía hilarante, qué gracia, chica; ¿que qué problema tenía conmigo? Ella sabrá, que  quiere escribir textos y se cree(a) pretextos… No me apetece ni regalarle insultos. Porque ya lo he hecho y me reverberan.

¿Una maldición? Nueve, mínimo, y no me inquietan. Nací maldite. Nací desviade, literalmente, con los dedos de cada pie mirándose, sin poder andar, necesitando una máquina dos meses para que me los pusiera rectos. Así que, de vez en cuando, voy al rincón lúgubre bajo el castaño que tira bellotas radioactivas y deposito algún envoltorio de caramelo caducado, un pañuelo con el que envuelvo el dildo, ceniza, lo que encuentre que me remita a la posibilidad remota de sanar, dejar marchar, dejar atrás, volver a confiar, reconciliarme con mis propias decisiones de mierda, con mi intuición que está pero que no está, con mi victimismo, con mi responsabilidad, con sus responsabilidades, que no ven, que no quieren ver y no verán, pues yo tengo un máster y cómo me expreso, sospechose sin duda, manipuladore, y encima celose, penetradore, sin aceptar la separación, looser optimista, que no quiere drogarse, dice, decía… decía y no hacía, decía y no hacía hasta que dejé de decir, dejé de hacer, dejé de dejarme ser por esas voces; y cuando, como decía, encuentro un segundo, entre la vigilia y el sueño de madrugada, cuando levanto a hacer pis antes del amanecer y parece todo producto de una pesadilla, tropiezo. Tropiezo con la nada: no hay rincón lúgubre, no hay lápidas, no hay castaño radioactivo, no hay flores, ni verdaderas ni de plástico, no hay nada. Esos nueve fantasmas estuvieron aquí, lo prometo, lo recuerdo; la certeza, aun así, de que se largaron sin previo aviso se tambalea bajo el sonido de unas risas burlonas que oigo de lo lejos si me concentro. Están ahí, como pequeñas garrapatas del amor chupándome el ventrículo izquierdo. A veces las dejo. Y a veces busco, como ahora, la forma de arrancarlas y aplastarlas; las exprimo para recuperar mi sangre y, con sorpresa, aterrade, veo que el zumo es negro. Y me lo bebo. Mi sangre es negra, como el petróleo; ¿soy un vehículo?, ¿una máquina programada? A estas alturas no diferencio; no les agrupo salvo cuando me interrogas para tu investigación absurda. Yo maté a nueve garrapatas que me mordían el corazón, lo hice hace meses, ni siquiera sé si fui yo o fue en un sueño. A los sueños ya solo va mi luto, vestida de negro, con máscaras de nostalgia, para abrazarme y luego desaparecer. Te contesto y contesto porque he visto una película y no me quiero morir, o no quiero seguir viviendo, alimentando a fantasmas con la intuición que se me atrofió cuando decidí creer más en otras personas que en mí misme. Por eso estoy aquí.

Far S.A.

Según tú, sin escrúpulos y seguramente orgullosa de tu cancerígena transparencia, soy una farsa. Soy una farsa por no haber sido legible ni haberme comportado de forma psicológicamente sosegada; por haberme mostrado lo suficientemente vulnerable para que te permitas patologizarme, analizarme y soltarme tu crueldad de primero de bullying. Según tú, tengo una “enfermedad con el amor en general” y, como falsa sanadora que eres, adicta a clasificar lo que te chirría, te ahorras compartir las causas de tal diagnóstico (no vaya a ser que vuelvas a tu estado físico violento). Según tú, te provoqué en la asamblea de la luna llena de Escorpio estados físicos violentos, cuando lo que hice, según mi enfermiza perspectiva, pensarás, fue defenderme de ataques como malamente pude. Compartí con el grupo un bucle con carácter acusatorio, tildando la energía de la casa como burguesa porque la paranoia, la falta de comunicación, las jerarquías afectivas y el consumo adictivo de marihuana de todxs lxs habitantes de la casa me estaban afectando más de la cuenta y por aquel entonces, que yo sienta, era la persona más burguesa, más paranoica y mas sola (salvo por las perras). “It sets a thief to catch a thief”, dicen las malas lenguas. Evidentemente, tendría que haber sido consciente de mis problemas y necesidades, pero resulta que estábamos en medio de una pandemia apocalíptica y no era tan sencillo organizarme para irme de allí, especialmente cuando tenía vínculos de afecto (y también de dependencia) con vosotras.

Según tú, nuestra pelea me sirvió como un “pretexto” para irme de la casa, como si viviéramos en una serie gringa de colegiales o la casa fuera un Gran Hermano. Evidentemente, si con pretexto entiendes límite, final, desborde y crisis de ansiedad, estás en lo cierto. Enhorabuena por tus pulcras inferencias. Según tú, supongo que te provoqué estados físicos violentos también al responder a las acusaciones exacerbadas y dramatizadas que me soltaste tú y tu hermane tras compartir mi opinión de que la casa tenía una energía burguesa, y es que dices que te usé como un chivo expiatorio de mi amargura (o de mi farsa). ¿Crees que me comuniqué contigo después para provocar en ti compasión? ¿Empatía acaso? Ante tus gritos y tu desaire, me disculpé y guardé silencio; corté verduras mientras lloraba y estuve el resto del día lidiando con un dolor terrible en el pecho y un ruido insoportable en la mente (es que tengo la temible enfermedad general con el amor, qué le voy a hacer). Me ahorraré anécdotas innecesarias porque ahora entiendo que tu circuito de empatía está bien podrido, ahumado quizás. Yo también me voy a permitir, en este espacio virtual, devolverte diagnósticos para quedarme a gusto, puesto que parece que tu estilo binario se traduce en dar hostias (físicas o emocionales) o bloquear de tu vida a las personas que dejas de querer. Según tú, estás agradecida por lo bueno, “si es que lo hubo”. Tú sabrás si hubo algo bueno entre nosotres para que nuestro primer (y último) choque expl´ícito merezca vomitarme insultos por WhatsApp. Guárdate tu agradecimiento para cuando lo sientas de verdad, porque me resulta una farsa, casi una burla (¿ese fue tu propósito alternativo?, brillante).

Según tú, te hablé después de que me fuera de la casa “como si no tuviera ningún inconveniente contigo”, para dejarme bien claro que tú si que tienes un inconveniente conmigo. Te hablaba con miedo revestido de cordialidad (para disculparme, prestarte mi cámara y el cargador, avisar de la visita para recoger mis cosas) porque no quería echarte lo que por entonces sentía como una mierda de inconveniente, producto de una discusión innecesaria y de las circunstancias y la tensión acumuladas; y menos por la virtualidad, porque te consideraba mi amiga y hasta mi hermana. Evidentemente, a mí tú también me habías violentado pero tenía cosas mejores que hacer que culparte de mi enfado y dolor (como tratar de sanar para quitarme de encima las bad vibrations: te recuerdo que la gente del círculo de la postal rodean y rezan a una casa a medio construir, guiño guiño). Tras tu mensaje de mierda, has aparecido en mis pesadillas para seguir violentándome con tu fobia revestida de sororidad. Evidentemente, me fui al día siguiente bien rote porque saltásteis a mi cuello cuando estaba tremendamente vulnerable, en el delirio, encima, de que érais mi familia; y tú la primera, recordándome que no hay lugar para sentires no legibles en tu hogar salvo los tuyos, que no hay lugar para corazones rotos en la casa de la farsa (o del falso corazón, como bien mostró el tarot sin quererlo con ese as invertido que confundí, vaya profecía de mierda). Te recuerdo que no es la primera vez para mí tampoco que me gritan en ese espacio, que tergiversan lo que digo, que me insultan y que ni se atreven a mirarme a los ojos después para hablar las cosas fuera del esquema del buenrollo paranoico o del inconveniente perpetuo, del orgullo enfermizo o del intento de acatamiento de ciertas visiones sobre otras sin cuestión ni espacio para la escucha. Me disculpé y traté de contextualizar mis respuestas torpes e hirientes, mi actitud a la defensiva y mi marcha después de tres amagos previos de irme en los que bien me apoyaste como pudiste, porque no me sienta bien contagiar estados físicos violentos a la gente a la que quiero y porque tenía la esperanza de que nuestros vínculos sobrevivieran a la discusión. Ahora sé que la discusión fue solo la explosión de una tensión acumulada, la muerte súbita del tallo podrido que era nuestro vínculo.

Así que gracias por la indiferencia, la desconfianza, la sospecha y la crueldad tras (o durante) nueve meses de convivencia y tantos momentos de cuidarnos y compartir, de abrirnos y apoyarnos, de proyectarnos en este futuro incierto. Si es que los hubo. Ahora, con cierta perspectiva, tras haber conseguido quitarme de los porros de una vez, soy consciente de que me he sentido durante el confinamiento peor que nunca y más sole con vosotras que estando sole de verdad. Y no os responsabilizo, pero vivir con gente que en el fondo no puede aceptarte, que en el fondo desconfía de ti, que en el fondo (el fondo es el tiempo) no se digna a practicar la comunicación para practicar la honestidad del amor porque tal vez no tienen interés, energía o herramientas para hacerlo, o no se aceptan ni confían en sí mismas siquiera, contribuye a hundir a una persona; me lo confirmaste con tu mensaje de niñata rencorosa y te lo recuerdo ahora, también como otre niñate rencorose, escribiendo al gran vacío que representas y que dejaste, junto con tus hermanes, en mi corazón enfermizo con dos miocardiopatías falsas hasta la fecha (y agradecide también, pues, por el fin del teatro). Aunque me cueste amar y quererme a mí misme (no me revelaste nada nuevo, pendeja), esta pelea fue tu pretexto para no considerarme más tu amigue porque no podías más conmigo: ni quererme, ni entenderme, ni perdonarme; solo bloquearme para alejarte bien de cualquier contagio de farsedad, no vaya a ser que seas menos auténtica, de que claudiques y renuncies a tu Estado Físico Violento de más de mil metros cuadrados, o de que te de por recordar que algún día decías cosas como “yo soy tú y tú eres yo” y que “las discusiones nos ayudan a crecer si los reparamos con amor”. He aguantado tu actitud alfa, acomplejada y anti-social críticotóxica a todo lo que se mueve sin haberte visto mover un dedo para cambiar la realidad (si me equivoco, será qué tengo miopía).

Gracias de veras, insisto, por tu transparencia y por enseñarme encarnadamente el íntimo y perverso vínculo entre la transparencia y la blanquitud. Buen camino a ti también, y ojalá que no vuelva a verte nunca.

Ares (shake it out)

Se despertó y todavía refulgía la sombra del sueño marchándose por la puerta en el espejo, que olvidó tapar con el pañuelo, como cada noche que dormía en la habitación principal. Me levanto y llueve insistentemente. Se despertó en la habitación principal y todavía refulgía, como cada noche, el pañuelo del espejo en la puerta del sueño, que olvidó tapar para olvidar, pues dormía sin compañía principal. Me fumo un piti escuchando I’m Wide Awake It’s Morning. Se calzó anteojos y calcetines en los ojos para resguardarse del frío gélido del caserón. Canna no estaba en casa y yo había ido previamente a buscarla cuando me desperté: no la encontré y me empapé.

Se despertó y no había amanecido hasta que los ladridos de las cachorras alumbraron los pasillos, todavía oscuros por el vendaval saturniano del otro día. El altercado vino dando el paseo con Canna y Sico por encontrármelos y que casi me multaran (¿me han multado?). Se calzó las sandalias y se fue a caminar y a comprar el pan. Tuve que arrancar tres carteles que había pegado semanas atrás en la farmacia, el estanco y en una pared ofreciéndome para ayudar a quien lo necesitase. Pasó por el banco y por el muro con los carteles de los cursos para policía municipal, que crecían por la región como el moho crece en los lugares húmedos. Párate. Serena ese andar o harás sospechar al sheriff del pueblo, que sufrió en solitario una gripe en el pico de los contagios coronavíricos pero, al no tener fiebre, no pasó siquiera una prueba para saber su estado, siguiendo recomendaciones de su superior, y su esposa le estuvo dejando una bandeja con las comidas en la puerta del dormitorio doble de su hijo el ingeniero de caminos que vive en Málaga durante ocho días para que siguiera patrullando y multando. La comida riquísima: verduras al horno con bechamel vegana y ensalada del huerto. Su estado es el español, y también el de la alarma… como cada mañana, por veinticuatro años, se despierta y al trabajar se alarma al ver caminantes sin guantes y sin rumbo; les detiene e inquiere, adónde vas, de dónde vienes, usted sabía que la seguridad es lo primero, le haré un aviso de sanción por si se le ocurre salir así de nuevo… Me olvidé de anotar qué desayuné (:minitostadas con tomate, ajo y crema de cacahuete) y que, antes de todo, incluso de que Canna volviera a casa empapada, hice un fueguito en la chimenea y ordené el salón. El madero en cambio ensaya diariamente frases intimidantes por lo bajo mientras conduce, mirándose de reojo en el espejo retrovisor central, en el que se encuentra con sus cejas peludas y sus ojos azul chato y con la mascarilla de tela que le regalaron las vecinas (que lleva sin lavar tres días). Al despertar estaba algo malhumorade y al volver del pan, etc., me fumé un porro.

Eso pensaba al cruzarse con su coche patrulla al salir de la panadería y se preparó una coartada (que había salido a comprar el pan) por si las moscas, aunque el madero tenía cosas más importantes que hacer, como visitar el Juzgado de paz. Luego hice yoga con Luna y fue genial. Su esposa, la noche anterior, tras tres días seguidos con fiebre y sensación de asfixia, le había pedido el divorcio. Esto de repasar los acontecimientos del día es un curro. No sabía si podría interrumpir el proceso internándola en caso de que tuviera el virus, por eso iba a preguntarle a Ramón, el juez del pueblo, que no parecía estar en su oficina porque el policía estuvo esperando un rato hasta que se perdió de vista. He hecho un bizcocho de almendras y limón. Dejó el pan en la casa y salió con las dos perras a dar un paseo por el camino del monte. He calentado agua para limpiar mi ropa interior y ducharme antes de cenar. A la vuelta, tras dudar entre continuar el paseo o no y optando por volver “por si acaso”, se encontró con Protección Civil, indignada ante la osadía de llevar perras sueltas en plena pandemia. También fui a por cuatro garrafas de agua a la fuente; una sopa de verduras bullía mientras tanto en la cocina. Comenzaron un debate calórico respecto a las raíces del asunto cuando un gran trueno retumbó entre las colinas. A lo largo del día doy de comer a Canna cualquier cosa: zanahorias, su arroz con lentejas, sopa, fruta, almendras… está siempre hambrienta, la pobre, alimentando a siete criaturas. En el cielo se formó entonces un movedizo torbellino verdeoscuro y eléctrico que comenzó a acercarse hacia elles, por lo que salieron corriendo hacia el surco de un río seco y se refugiaron bajo los árboles. Allí, tiritando de frío, con esos dos hombres cincuentones voluntarios y las dos perras asustadas pero lejos de la nube, recordó el sueño de la noche anterior en la que me decías por primera ve que habías estado tres años encerrada en un zulo, asuntó que me paralizó. Uno de los hombres trató de usar su móvil para filmarla y una ventisca inesperada tiró el aparato a decenas de metros. También recordé la visita de una bruja que me mostraba la palabra para invocar a los portales interdimensionales (algo parecido a ‘arandaga’).

Se despertó de una siesta en la que no durmió y el cielo había vuelto a la normalidad: ocupadas nubes, cruces de caminos de ráfagas de viento, pájaros y drones, aviones y satélites, ovnis y murciélagos… La nube verdeoscura debió mutar en un agujero de gusano, porque había comprado pan y comido la bechamel; había paseado con las perras hasta que les interrumpieron. Optó por continuar: calzarse y fumar, comer y ducharse, limpiar y conversar, cantar y dolerse, respirar, soñar y despertarse en abril, una vez más.

Luna rosa

Esta luna está siendo especialmente dura. Estoy dejando morir a mi deseo de poseer lo que me falta por su mezquina imposibilidad. Vivir estos meses como una especie de prueba medio psicótica de amor y de esperanza (como sabia y estúpidamente auto-predije) ha sido un error conscientemente autorrealizado. Vivir todas las virturrealidades a la vez está siendo agotador, como de costumbre. Pero, ¿no es sino un feto de vampiro muerto lo que me retuerce las tripas de ansiedad (alimentada tal vez por desayunar avena de ayer)? Una criatura tan insatisfecha con sus circunstancias, una semilla casi inconsciente del fantasma de mi apéndice ausente, la codificación para cumplir con el plan(o) de dominación  vista la naturalización de mi ánimo involuntariamente cambiante de las últimas tres semanas acompañándome o adaptándose al estado de alarma. ¿Cuál es mi alarma? ¿Qué ideas alarman en mí un afecto tan negativo que me hacen repudiar mi existencia? ¿Cómo salpican y embadurnan mi trayectoria vital con su halo tentacular? Hace unos minutos, la idea de no valer nada, que lleva implícita la lógica del capital, me mecía en sus brazos demoníacos cuando me dije: valórate tú, coño. Mi mente, mágicamente creadora de sentires (pantalla, reflejo, soldado, templo, fuente, escenario, radio, antena, charco de barro y agujero negro) me impulsó entonces a embellecer la voluntad de mi propio acompañamiento. Qué hermosa y horripilante lección la consciencia en el amor y la libertad en estos tiempos que corren. La muerte y resurrección, con cada bocanada de cotidianidad, de lo que somos y será. La aceptación radical de la autonomía de cada ser y del respeto sagrado que ello conlleva. Hoy quemo los guiones que escribí en mis sueños amnésicos y en mis distorsionados delirios para reencontrarme desnude con el sol. Ya basta de aceptar con resignación las proyecciones de películas que despliega el hábito de mi miedo. En cierto modo, para dejarte impresionar basta con dejar de presionar para impresionarse, parafraseando chapuceramente a Sara Ahmed. Qué suerte la de poder pararse y observar. Encuentra tu gozo en la nada y déjate caer, no, déjate mecer por tu propio vacío esta vez. Tu vacío es el universo, no una película de terror. Deja al tiempo hacer su trabajo y renuncia al control de tus sueños:

 

“Caminábamos por charcos que cubrían las aceras

sueño con mi hermana y su novio

quiero que venga que me preste su coche

sueño contigo

acabamos en la cama

te tengo cerca, me despierto y lloro

sueño con más cosas

con tantas que para qué recordar

no tengo paciencia con

este mundo de mierda.”

(23/11/2019)

 

Quiero ser vulnerable pero no (tan) frágil. No estoy heche de cristal: soy arcilla, sangre, huesos, agua, fuego, aire y polvo estelar. La vida es un misterio infinito. Hazla digna y merecedora de tu ser. Házte merecedore entonces de vivir en la Tierra.

 

Leo

¿La balanza del deseo amoroso tóxico entre dos? Unx se apropia del misterio de lx otrx y, mostrando esa apropiación, atrae hechizando. Se ha ido el chico músico free spirit cuya sonrisa me recordaba a Andrés y vuelve a haber ruido: el ruido de la ansiedad eufórica (todxs maniacxs). Isshan ve vídeos de autoayuda – digo, de lecciones de guitarra-, y Leo repite melodías tristonas persiguiendo una pasión que se le escapa. Carmen hiberna y reposa para que su cuerpo no se quede atascado. Y yo me aburro. Hay un ventilador en el techo algo descolgado que hace un ruido peculiar, como de un colchón con muelles.

“¡Yo también pensaba que era imposible! Sigue trabajando. Rock it!” No te pares ni un poquito. Sigue perfeccionando tu evidente imperfección. ¿Que no funciona? Quedan los esqueletos: repite, aisladx; performa la metáfora del encuentro con el cuerpo que nos libera de la ansiedad: la repetición (respiración) de sonidos (vida) que termina por aportar fluidez musical (felicidad). Nos la cuelan por todos lados. “¿Cómo se alimenta al monstruo del vacío? Por error, supongo.”

Cómo explicarle a alguien sin enfadarle por la invasión: convirtiéndote en receptorx de lucidez que se transmite por teatros. No debería ser una opción en tu test para encontrar a tu yo perfectx; la opción, quiero decir. Últimamente, he podido pensar: no colaboro en sus ansiosas cegueras con el tabú (sin traerlo al flujo meta de lx otrx) puesto que desde adentro el tabú está vacío y desde fuera es solo una categoría para paliar el desgarro. Cuántas somos enganchadxs a los canutos (y/o a la virtualidad, y a tantas cosas). Al final es lo único que permanece: desde el principio hasta el fin, el humo de un proyecto metonímico de lo colectivo que se esfuma.

If you do so do I.”

A menos que coincida tu vida con cierta película, el amor estará eternamente despoblado de lugares comunes. Diciéndote “puedo soportarlo” (¿porque merece la pena?) dices en realidad: “elijo esta escena para que se oficialice”, porque anhelo el aura del amor de X, esa conexión que parece no agotarse en la niebla viscosa de este siglo. Lo reconozco: eso no es mío y nunca lo será. De hecho, lo detesto – o al menos como institución, como ejemplo de ley, como trampa, como bucle, como hechizo maldito, como abandono, como sufrimiento, como agarre sumiso -. En realidad siempre fue un enemigo… si es que siempre hay una guerra. Qué locura. Que con todo esto el canal-filtro de deseo erótico/voluntad excitante/potencia planificadora esté abierto. Este “tipo” de *amor* es una llave a una dimensión esquizofrénica. ¿Hay amantes que dicen amarse? ¿Que se dan cuenta? ¿Que no se matan o se encierran? ¿Lxs hay? ¿Que se juntan para luchar y divertirse? Por la Gran Cachondea que lxs haya. Espero que sí.

La desmotivación es psicótica. La motivación en cadena directamente es psicópata. Me gusta el calor de los cuerpos. Y volar en el atardecer del mar. Yo decía en ansiedad eufórica: quiero la dosis completa de cada detalle de este tiempo-espacio para que me arrolle como una ola el temor a la lucidez (acidez de luz).

/ en reminiscencias de niebla bucle mente vincula la ansiedad a sucesos tiempo real descuidar porque eres vidente /

¡Imagíname en un museo! Imagíname ahora como el mapa de un museo desde el cielo. ¿Bien? Buen trabajo.

***

La imagen: un campo cercado con forma ovaloide, como una cabeza alargada. Crece una maleza grisácea que pincha y no tiene frutos; su reproducción se maquinizó a través de una inyección así que crece y crece y crece. Le inyectan *SÍ* a la melaza para que crezca, pero tampoco hay malezas como rascacielos (rascacielos de maleza) porque cada jugadorx va sobre una balsita de tamaño obligatoriamente variable que engulle ante el contacto la maleza que crece.

Todo lleno de maleza que crece y de jugadores que se trasladan saltando y comiendo o haciendo desaparecer dependiendo del apetito la melaza, que de otra manera (importante) quema, pincha, envenena… de todo. También pueden desplazarse horizontalmente si sus balsas se lo permiten. Objetivos: jugador – expandir el tamaño de su balsa (mil teorías de cómo pero nadie segurx); equipo – engullir todas las malezas a la vez para verse.

El juego no termina nunca. Es complicado verse entre tanta maleza.

 

(Rabat, 2015)

(02022020)

O eso pensé fugazmente cuando me despedí de ti mientras dormías. Pensé: sea como sea – sea el mar que sea el que nos separe y vincule-: amar es la acción definitiva, una especie de danza armónica de emociones e ideas hechas materia, puestas en marcha, transformándose en cada gesto e intención, irreducibles a un verbo. Un suceso situado que nos convierte en cuerpo, la red fluvial de nuestra sangre, el agua en todas las células que se eriza cuando la luna crece y que se envenena de prisa, deprisa y sin piedad a menos que se deje transformar como el manantial deriva en torrente con la lluvia. ¿Nos dejamos transformar? Más bien nos lanzamos a ciegas por el precipicio de la transformación, apenas con dos alas endebles de algodón y humo que tienen el caro propósito de aliviar el golpe de la caída. Me transformo de arriba a abajo para encontrarme con mis lados: al caerme o reboto o explosiono y soy todo sesos esperacidos, todes eses esperacides que caen y explotan y se vuelven a levantar también, todas eses del viento que me aprisiona y me acaricia. Porque yo fui viento sin ser siquiera aire y te amarré a mi carroza de presiones y vendavales. Pensé que extrañabas el calor que por entonces quería ofrecerte sin límite cuando a veces ni podías con el tuyo, así que decidí cargarte en la espalda mientras dormías y viajamos al sol una noche de verano, sin equipaje apenas, como dos perras de fuego, hambrientas y empezando a sospechar de cualquier camino celestial por la ausencia de semejantes. Volvimos a encontrarnos al caer, pues el universo es impredecible y bastaron pocos minutos para que una ráfaga me hiciera olvidarlo todo y te sacudiera de un soplido. Me golpeaste por el susto y ambes tropezamos: yo me reía intentando desenmarañarme los pelos enlazados a mis uñas y tú hacías fotos a todo lo que veías antes de volverte a dormir.

Así que desperté porque me interrumpió el doctor Prince, que había venido a oscultar a mi bebé nonagenario seis horas después de que llamara a emergencias. Afortunadamente, pudo medirle la temperatura metiéndole un aparato por la oreja y ha decidido preparar un brebaje para su sanación que tiene el mismo color que sus flemas; amarillo y espeso, con sabor a plátano, 10 ml. Poco más puedo añadir. Ya hablé de las trampas del tiempo activadas durante este par de décadas; he publicado cartas que nunca envié y continúo igual, hablándole a la luna para despertar un día mude, con mi lengua bicéfala transparente en reposo en el paladar, sin mucho margen para deslizarse por el scrolling de este espacio grisáceo en proceso de virtualización.

Me siento como una caracola fosilizada y medio rota, enterrada bajo las orillas de una playa kilométrica. O como una palabra de un libro mojado cuya grafía se ha transformado en un lamento visual. “Me siento y lo escribo”, mejor dicho… escribo en sucesión metáforas que me inviten a sugerirme, a rodearme y exponerme, a celebrar este día. Pues llevo esperándolo desde que tengo uso de razón. He de reconocer que descubrir la perfidia del calendario gregoriano me hizo olvidar la casuística numérico-mágica de febrero, al que tocaron pocos días por segundón. He de reconocer que la claridad no es lo mío, al menos ahora, sentade como estoy, escuchando un tic tal de reloj analógico, escuchando a una persona cuya memoria se difumina al buscar una y otra vez, durante horas, sus llaves… Yo he perdido tantas llaves que no podría hacer un recuento  certero. No me enorgullece porque hasta mis pamadres me han negado la entrada a su domicilio familiar sin sus presencias, no vaya a ser que les pierda la casa también al crear un loop temporal con mi fuego que consumo y domo con cada cacho de planta seca envuelta en algo que me fumo como me fuman a mí mis pensamientos. Más que metáfora es metonimia: tras años observándome, sigo deteniéndome cotidianamente unos cuantos nanosegundos e incluso uno, dos o tres segundos al atravesarme un pensamientoconemoción que me dificulta la respiración regular, como esta frase. Ya quedan lejos las mañanas de despertarme asfixiade tras viajar a conversaciones de completos desconocidos y velar por la empatía de sus comunicaciones. Ya quedan lejos los sueños de lo mismo, puesto que anteayer os soñé a todxs, a menos a ustedes tres, y al parecer tenía yo mis asuntos porque no desperté ni triste siquiera. Puede que un “buen profesional” se detendría en un recuerdo: embalse de San Juan, tres o cuatro años. Jugué y me enamoré de un chico de mi edad cuyo padre era un machirulo. Al marcharnos, el coche de mis padres iba por delante del de los suyos y yo miraba por la ventana trasera de ese renault blanco viejecito y me despedía, y me entraba una congoja que me duró años, hasta ahora, vaya. Por eso lo importante es según para quién y en qué momento, dada la naturalización de jerarquías que cometemos impunemente como buenas antenas de las macroestructuras que somos. Por eso amar es un vessel, una nave espacial, como la Tierra y nuestros cuerpos, que atraviesa todas las historias para enlazarnos con lo que sea que dinamita los regímenes necrománticos que pululan en relativa sincronía por la tierra.

Por eso te escribo otra carta que nunca te enseñaré a menos que me lo pidas; entiéndeme, son viejas costumbres que como fetiches movilizo los días de invierno en los que me he cansado de ir pestaña por pestaña buscando mis deberes que pospongo, no vaya a ser que me llegue el apocalipsis a medianoche y no tenga si quiera un rimmel decente para protegerme los ojos de las bolas de fuego hialúrico que escupirán todos los seres humanos maquinizados por sus deseos de transcendencia. Por eso no me entiendo ni yo y después de esta historia de amor que me has regalado, ser de las estrellas, ser perseguidx y adoradx (nunca a partes iguales) por esta Europa vampírica que ceba a los seres que la pisan para devorarlos en sus sueños, ser de piel tersa y morena y peluda como la mía… por eso no te pido ni que me leas, ni que me entiendas, ni que me beses, ni que me cuentes de verdad lo que sientes una vez más, por si hay algo que se me escapa, por si debería dejarte unos días más en el congelador o sacarte de paseo con mi bebé nonagenario o tirarte al canal al amanecer, cuando los cisnes empiezan a cazar peces e insectos, cuando yo despierto y olisqueo por si me has visitado en sueños, cuando lo que pasa es, sencillamente, que los momentos de amar y ensueño pasan como (recapitulemos casuísticamente:) estrellas fugaces, mariposas, mariquitas, olas de mar, fases lunares, amores pasionales, regímenes globales y eras glaciales. Porque amar es amarse y amarse es transformar(se), porque se sabe sin necesidad de hacer un pacto con sangre que la llave de la puerta del lamento del océano se encuentra en tu corazón, arrítmico como el mío, mecido por tu pecho miedoso de hacer mucho ruido. Abandonaré las alturas por unos días, o eso intentaré por octavo año consecutivo, para permitir a mi cuello resquebrajarse sin sufrir los embistes del viento a menos cuarenta y pico grados. Abandonaré los lugares virtuales donde pretendo buscar para poder encontrarte de nuevo, ’cause I’m a spy in the house of love, como el vampiro de Jim Morrison, y el amor me pide que me recoloque, que me sitúe, que tome aire y escriba para ordenar al universo empoderarnos para luchar, con o sin alas, con o sin dinero, transformando, robando, pidiendo, amando, rompiendo, creando, riendo, bailando, destapando, desenmascarando, descentralizando, irrumpiendo, imaginando… Atreviéndonos ya de una vez, amor, a amar y dejar ir, a amarnos y dejarnos ser, a amarles e invitarles a transformarse o a morir antes de que acaben con nosotres. No hay serie más emocionalmente preocupante que la de esta vida y yo trato de optar por intervenir antes que observar o enunciar el proceso de la desaparición del amor de nuestra intersubjetividad, de unx ‘nosotrxs’ que comienza a ser leyenda. Así que reposa, little bird, nútrete y descansa: porque esto solo acaba de empezar.

Demonios de niebla

*

La ausencia paranoica: hostilidad egocéntrica revestida de pacífico-empática. La hostilidad: signos aprehendidos al esconder el grito, la lágrima que brotará para que el mar se filtre por los ojos y lave todos los puntos de mierda que se han quedado grabados en nuestras pupilas.

*

Siento que me tienes algo de miedo y en estas ocasiones soy una puñetera antena parabólica del miedo, soy el miedo, el pelo negro de la canción. Y vengo a arrancarte la palidez dental. El juego de mesa más antiguo es el pronombre “mi”. No puedo evitar sentirme… invisibilizade por un discurso articulado por el conocimiento; y es una perla enorme y brillante, me desgarra porque me deshice de ella y la tiré a la lava; y la recupero para colocármela en la frente y volar con mi velero y mis viejxs amigxs, pero a veces me quema y me asusta tanto…

*

Jugar con la realidad es de hecho lo menos automático. Déjala desvelarse con tu respiración, con calma. Nunca se ha ido. Tus viajes racionales y analíticos esconden tus percepciones; encuentran las suyas pero vapuleando a las demás. Da paso a que se junten y se reencuentren, a que se fundan sin piedad, pues en esto está la vida y qué si no vivirla. Sumergirse es casi automático y crea puentes para protegerme o atacar; viejo Dani con casco, chiquillo de Oshima que agita histérico la pistola.

*

Sedúcete por tu carne y acaricia tu piel templada. Nadie de por sí puede entenderlo. Déjales pasar. Pregúntate: ¿para qué? No lo esperes. Decide, si dudas, dejar de dudar. Saca la cámara de paseo, erguida, lentamente. No abandones el recuerdo de la sensación de que todo está bien. Está ya ahí y tú solo puedes integrarlo en ti para enfrentarte, divertirte, sentir, pensar. Ignora a los jueces, a las voces revestidas de amistosas; es la norma interna retorciéndote el corazón. Que nadie se atreva a retorcerte el corazón.

*

Tantos años olvidando una razón fácil: vivir por lo bello, por la diversión, por el amor. Nos han robado el tiempo y tú con potentes máquinas en tu cabeza jugando a thrillers y películas de terror. Tan perdidx, tan inciertx. Que esta realidad se colorea como quieras.

A ponerse fuerte para derrotar a las máquinas de la dominación  y a sus aliados.

Para vivir. Para crear.

Que no se te olvide, que no se te olvide, que no se te olvide.

Recuerda.

No es que puedas, es que eres.

Que no es justo que tengamos que morir de pena.

*

Arrastras el castigo por sumergirte. Bañarse en la hiperrealidad es como bañarse en cloro. ¿Dónde la ducha que lo limpie? Si sale agua también con cloro. El centro se encuentra al no buscar. La búsqueda es la tarea que te mandas por no saberte la lección. Por eso usas a lxs demás como centros temporales e hipotéticos de referencia. No estás incomplete porque no te esté sucediendo un gran amor. Tu sacrificio es devorar el tufillo de realidad de la estufa cis-heteronormativa. No dejas de ser siempre lo que quieres.

*

Toda sensación de necesidad es metáfora del aire que respiras. Convertirlo en metonimia es jugar al autoengaño, y qué tristeza es aquella que no se puede llorar…

Si enloqueces, cúrate. Busca el lugar: tienes energía para ello y sabes cómo hacerlo. Agradece el existir y el vivir tu vida. Deslízate con el calor. Rechaza crearte a través de comparaciones. Ayuda al mundo a curarse. Al sanar, luchamos sin esfuerzo salvo en la urgencia, cuando también puede ser un juego. Las pesadillas al despertar son carne de Resilencia. Que no te asusten los códigos colectivos, la sensación de que nos adulamos cuando nos compartimos sin máscaras, a sorpresa de lo verdadero. Vincúlate a la vida.

(2014)

*

La verdad: Simulación de un paraíso mitificado (el mundo sin control, el amor libre). La verdad es todo lo que se cuela por el filtro del control, lo que no engulle. Los fallos del sistema son su huella (o su registro). Hay una verdad oculta que no es transparente: la que explosiona y atenta contra el filtro aunque sea finalmente neutralizada por cualquier imagen-simulacro.

El simulacro: Niebla espesa de la mente intersubjetiva en este tiempo. Se libera de forma aleatoria y caótica (es un sistema productivo de confusión; como la confusión de las carreteras y los coches para los peatones). Todo pasa a toda velocidad por todas partes en la era de la información. Cualquier discurso potencialmente hegemónico puede ser adoptado mediante su propaganda como fuente de revelación metafísica. Incluso la idea de que la lucidez del despertar en el todo es solo una idea más.

Ese es el poder del simulacro. Convertir la verdad en su imposibilidad, el pastiche de su presencia, en desplazamiento, negación o ausencia. Para simular que la realidad siempre fue como señalan las imágenes codificadas y predispuestas a reproducirse en cada minúscula partícula de la niebla del simulacro. Para simular lo que sea para permanecer. “La cuenta atrás de la autodestrucción del mundo”.

Formas de disipar la niebla: Las imágenes del simulacro son adaptaciones culturales y se materializan en juegos sociales (las colas, las idas y venidas, el visionado solitario o colectivo de pantallas, la interacción cibernética, la conquista amorosa, la ambición laboral, el ego delx artista); y en instituciones (las escuelas que se adornan con colores para atraer a los niños, los hospitales con su atmósfera enfermiza, la constante degradación y humillación que supone acatar una orden ajena, la burocracia). Los juegos del lenguaje o los grados del conocimiento lo replican todo a través de la materia del simulacro (edificios, calles, cuerpos y espacios envueltos y maquinizados, códigos diegéticos). El control realiza un constante registro sistemático que se reinicia en cada producción de imágenes.

La vista debe asumir el simulacro de su intuición y performarse predestinada. Con la ansiedad, la vista no se posa (no se ve nada salvo la proyección del viaje psicótico de la mente).

El aire en las ciudades está contaminado y no se respira bien. Parece que no es suficiente. Huele como debería de oler la muerte de la muerte. La respiración debe asumir el simulacro de su intuición y someterse, como la imaginación, a la lógica del control.

En la dimensión de la mente lo que ocurre es la imaginación. El control educa a ciertas voces para que representen y reproduzcan al control. Al final todas las voces aprendieron juntas. Las voces de las imágenes y las imágenes de las voces sostienen y rodean a, se sobresalen, se extraen de la imaginación, cuya intuición es la magia (belleza, telepatía, amor, totalidad), y no simular estatismo. O un sujeto. O un objeto.

Formas de disipar la niebla: Volver a ver (tercer ojo, realidades no psicóticas), volver a respirar (sin arritmias ni taquicardias, pausadamente, destensando el abdomen, el pecho, la garganta y el resto del el cuerpo).

Los juegos y rituales que se performan en estos dos procesos disipan la niebla, que vuelve sin avisar y que tiene un curioso efecto: con ella todo se olvida, sin ella apenas se recuerda. ¿Quién quiere recordar? ¿Quién se puede permitir no olvidar?

El cuerpo se vuelve cuerpo (el biotecknonecromierdix-poder ya no lo controla ni registra, no podrá preverlo y usar su posibilidad de liberación para perfeccionar su control).

Nombres de los simulacros de las formas de disipar la niebla (si no otro gallo cantaría). De rever: descansar, un break, meditar, irse de vacaciones, inicio, final, fiesta.

De respirar: encontrar la pasión, sé tu misma o al menos relájate, auto-contratos que permiten liberar tensión con amnistías y objetivos, protocolos de cuidado.

Cada persona tiene una experiencia única con la niebla. ¿Quieres hablar de ello como una conspiración, un aviso, una alerta, una profecía, un tema de conversación? (…)

(2015)

Visiones

"Me acuerdo, Harold Chasen, de esa manía tuya
de ponerle nombre a los meses
y elegir cuál era más bondadoso.
Te recuerdo casi como a un Jim Morrison
pero más alucinado o confuso.
Me acuerdo de ese fragmento de On the road
y de cómo soñábamos con ese día cualquiera
y sé que Madrid nunca estuvo a la altura
pero pertenecíamos al humo de sus calles
cada unx con nuestro exilio, existiendo feroces,
siempre impacientes, vigilantes, felinxs,
con el cuerpo reventando de majestuosidad,
casi como diosxs perforadxs
y cómo nos reíamos de esta vida,
y cómo todas las canciones hablaban de nosotrxs
y de todas nos apoderábamos compulsivxs
y nos volvíamos locxs por cualquier surrealista
dadaista generación beat o músicx
de jazz barato o rock cutre
anestesiadxs y sombríxs,
cómo mandaba en aquella época
el código de lxs bohemixs de las ciudades
y recuerdo que cada libro era un regalo
y cómo, intuyendo instantes
nos creíamos desencantadxs
habitando los resquicios de la libertad
cansadxs, escépticxs, y cómo
no nos fiábamos una mierda
de la jerga del amor, y me acuerdo
de la pared roja de ese garito
en el que nos tiramos un invierno entero
[invocando] alguna revolución que borrase
las líneas escritas de la existencia
y recuerdo que parecíamos cargar
con todo el peso del mundo en la espalda
pero orgullosxs y renegadxs, corriendo
entre las luces de las farolas
y las pintadas de las paredes
de esa Gran Vía naranja y nocturna
que si algún día tuvo dueñx, fue nuestra
por lo menos de seis a siete de la mañana
desquiciando en ella, pegando fuerte, 
cogiendo autobuses y vomitando
toda la mierda de este mundo
y sin saber que todo ese poder
nos pertenecía por justicia
y no sé si todo nos asustaba
o si nada nos daba miedo
y no sé si no creíamos en nada
o si nos moríamos por creer en todo
y confiábamos nuestros futuros
a ensoñaciones de ciudades,
al París de Miller o al Londres
grunge o a la Ibiza hippie y
soñábamos en esos lugares
no sé qué salvaciones
que siempre nos fueron negadas
y recuerdo como, pese a todo, nos salvamos,
volvimos de esas ciudades sin resignarnos
a que nada funcionase en ningún sitio
y salimos con el barro hasta el cuello
sin demasiada amargura en los ojos.
Recuerdo la tristeza que intentamos digerir
pero que se nos grabó en el alma y
recuerdo suspirar por que un porro
nos calmara los años y cómo cierto día
nos sorprendimos siendo felices
empeñándonos en no serlo
y pienso que un mundo
en el que tuvimos que aprender 
a ser felices por separado
resultó ser más cruel
que aquel que nos demostró
que pese a no darle espacio al tiempo
nos estábamos haciendo mayores."

Inma, 2012013014