9 crimes

Le aseguro que si lo hubiera sabido nunca, ni por asomo, hubiera tenido la audacia de coger ese maldito móvil, dejar de mirar las flores, continuar chupando del humo para avivar el delirio… Le aseguro que si hubiera tenido un mínimo de intuición, un mínimo de conexión con mi intuición…

Ya le digo que no. Que estaba bien perdide. Por supuesto que lo sabía, pero cómo sabes algo cuando no sabes que no sabes. No me voy por las ramas porque al menos mirar las ramas, mirar esas flores lilas que caían ya por septiembre, adelantadas al 2020, a sabiendas de que algo se cocía en el tiempo… Si al menos me hubiera quedado en las ramas. En las flores, mirando a las macetas, dejando el móvil en el cuarto, boca abajo, como fuese. Aunque si me pregunta sobre la retroacción para hablarle de mi intuición, debería volver un poco antes, cuando empezó un septiembre con opciones, un mes para escoger, esto, lo otro, aquello; así, de un día para otro. Yo salía de dos semanas de trabajo interno, caminaba por la calle central del pueblo y me dio por llamar a X, a quién no; aunque hubiera estado días sin responder a mis mensajes, acostándose con chicos, separándose, por fin. Yo yo, separade, a miles de kilómetros, llamándole para preguntarle qué debería hacer. X me dijo que me fuera lo más lejos posible para ganar todo ese dinero, que ni se me ocurriera ir a la mezquita y pretender ser une más, pero que tampoco fuera con vestidos a comprar el pan, creo recordar… Me dijo que se alegraba por mí y que me fuera, y yo le dije que le echaría de menos y ellx me dijo que también, pero que me tranquilizara. Así que llegué a Madrid y tardé un solo día en tomar la decisión de confiar mis huesos a un cementerio u otro. Por supuesto que ya vivía allí pero en otra casa, hasta que otro machirulo se hiciera con el candado del edificio; así que no era solo aceptar el desapego de la separación, la cruda realidad de una relación ahumada, agotada, entre paréntesis… era aceptar el fracaso de una casa, de un verano, de otro, de mi amor, de mi corazón enfermo, de mi intuición engañosa, de la mezquinidad propia y ajena, de mi cobardía para cruzar el charco y empezar de cero, separarme de X aunque se hubiera separado ya de mí, separarme de Granada, de mis amigas, de Canna… No estoy proyectando la nostalgia de lo que sucedió después en esto porque está todo conectado, ya verás.

Total, escribí esos mensajes y hacía meses que no me fiaba de las personas rubias, teñidas o no, cosas mías… estoy bromeando, la gente se tiñe el pelo como se cambia de ropa interior, sería absurdo, aunque funcional para justificar la misantropía circunstancial o estacional, discriminar en base a eso… Sí, lo reconozco, está claro y es evidente, tomé una decisión, y luego otra, y una tras otra, todas de mierda. ¿Está sugiriendo que lo tenía planeado? Por supuesto, es un comentario que ya he escuchado antes. Les traes moras y te estampan las rojas en la cabeza. De ningún modo sería, aun así, lo suficientemente hiriente… nada lo sería salvo desprenderme de un asesino, como para que se me ocurriera… Le estoy diciendo que yo nunca maté a ningune, se lo prometo, señora detective imaginariademicabeza; además, todes están vives todavía, chequea sus redes sociales; no a través de las mías porque les bloqueé hace rato. Bueno, si lo dice así vale, están muertes en mí, en mi corazón; de eso no hay duda. Exacto, encima piensan que no tengo corazón, así que por qué habría de cuestionar ese lugar —lúgubre, mal iluminado, cubierto de florecillas secas mezcladas con plantas ornamentales de plástico— donde me dio por enterrar simbólicamente a esos nueve vínculos y sus recuerdos de una vez por todas. Yo, que creía en el amor como una energía de revolución planetaria e incluso universal. Yo, que no veía transformación sin perdón, sin idealización del perdón, con la aceptación de los límites, pero… ¿Realmente?

Realmente: primero, cuatro personas incapaces de cuidarse y de cuidar un espacio común, durante meses, tras varias conversaciones, te acusan de manipularles a todes porque… ¿Cómo estaba por entonces, dije? ¿Rote por dentro? ¿Incapaz de aceptar la separación, ni de la relación con X, ni de mi propia lucidez, partida a cachos, perdida, sin ubicación salvo en un día a día de la marmota, del humo, de trabajar de cuidadore interne en el norte y de descuidarme internamente en el sur? Me acusaron de manipularles a todes y yo me enteré por bocas ajenas; la gente tiene un mínimo de decencia para verter sus acusaciones pérfidas, todavía guardo esperanza en la humanidad… Me acusaron porque fui incapaz de sentir empatía y desconfié, empecé a desconfiar, empecé a hablar y a compartir mi malestar en los confesionarios de la Gran Hermana, a sentir miedo de esas personas que no se molestaban un mínimo en entender que molestaban; sobre todo de una, que se negaba a hablar, que se ponía agresiva en su teatralidad rimbaudiana… ¿Que si mejoraron las cosas? ¿Cuando se fueron? Se inundó la casa de toda la mierda que estaba almacenada, mierda de casa, raíces de mierda; toda la mierda de esa ocupación de mierda salió a borbotones, para saludar, para despedirse, para invitarnos a trabajar en equipo un poquito más: otro trabajo de mierda. Y después, quedamos cinco, parece Los diez negritos de Agatha Christie; y hay un juez, una jueza, vaya; enfadada, impetuosa, con los ojos morochos de tanto canuto y voz paranoica; carga contra las energías, habla de “la casa” como si estuviéramos en una nave espacial o en la última colonia con agua de manantial en la Vía Láctea. Yo me pensaba tan compasive, tan conectade con mi corazón roto en mil pedazos cuyos cachos esparcía con cada palabra y con cada calada, que trataba de acompañar, de no juzgar, de compartir mis absurdos amagos de saber algo, bien explicados, por supuesto, por algo tengo un máster, aunque casi me suspendieran la tesis por ir de listille… Está claro que algo fallaba porque me mostraba con demasiado transparencia, como ahora; era mi forma de hacerme querer (u odiar), compartir mi vulnerabilidad, mi propio reflejo de la vulnerabilidad sin planear, porque sale sola, shit; decir, mira, coge, esto soy, ahora pincha, ahora no se ve, ahora habla, ahora escucha y ahora sufro. Tengo una rabia fina e infinita, que me sale a borbotones al pensarme víctima de las injusticias, y sé que es como un zarzal creciendo al ritmo de mis maniobras en una manivela mental, entre las lápidas que yo misme coloqué para ahuyentar a esos nueve fantasmas, a esas nueve voces con rostro —más cinco que nueve, más una que diez— que me despiertan por la mañana para que me hunda en la tierra de mierda con elles; para que trague tanto barro que mis pulmones se inunden de potaje en descomposición, los restos del naufragio de la familia, de la familia okupaburguesa de la que yo me creía madre proveedora y pedagoga, hije predilecte transfemiyonki de la querida familia vampírica que elegí, que contribuí a crear y a destruir, a la que me uní y que abandoné hace seis lunas llenas.

Confieso que enamorarme siempre me ha enloquecido para mal; me ha enloquecido años enteros, sueños enteros, días y noches enteras desde los seis años. Me ha vaciado de un sentido del ser y del estar mortífero tras embriagarme de amor, si no fuera por mis hermanas,  por algunas personas que, como llamitas de amor y esperanza, viendo por sus peculiridades de fuego y visión mi propia y peculiar llama, me han ayudado a creer en mí y a canalizar esa energía delirante y borbotónica a cuanta gotas, hacia mis propias raíces, sin falsas colectivas de más. Porque era como vivir en un rodeo, en una competición, en un videoclip cutre de Nathy Peluso. Era como evadirse, una y otra vez, de lo que era ya. De lo que era yo, que no debía estar allí, que nunca debería haber ido a buscar a X cuando era X a su casa tras cambiarse de casa años atrás, sobre todo después de sus compañías y de que no se atreviera ni a mirarme con amor para “no molestar a sus amigos”, esos hippies de las cuevas… en fin; yo me quedé, me acosté para descansar tode dramátique, pensando que volvería a estar bien y a poder formar parte de eso (ellos); pero no, me fui; luego volví, me duché, me fui; luego pensé que nunca volvería, gracias a las cuevas y a las amigas, y cuando volví para decírselo se quedó, me quedé, le canté, me pidió follarme pero mi culo está out of order in terms of dick coming in; nos quedamos y la cagué estrepitosamente, eso sí. Mis uñas se invadieron de cándidas, me salió un quiste en el culo si no estaba ya allí, me bajó el ácido fólico, me quedé sin vitamina B12, casi suspendo la tesis de los vampiros por enamorarme y no terminarla, me quedé sin trabajo en la vendimia, me quedé sin dinero, me quedé sin dignidad por dejarme insultar, empujar y escupir y volverle a dar otra oportunidad; me quedé sin ganas de amar porque amaba tanto a X que mi pecho iba a explotar; porque no teníamos dinero, porque no teníamos techo, porque no teníamos futuro, ni juntes, ni separades (pero sobre todo ni juntes).

¿Que qué hice? ¿No te dije que mi intuición es como un apéndice cercenado de plena inconsciencia? Pensé: hasta el final. Hasta el final de lo que lata este corazón maltrecho, hasta el final para saber qué hacer, para sentir qué hacer. Así que llega el 2020, vuelvo de Reino Unido y me siento fuera de lugar en el TV show de las Pussy Cari(e)s, vienen mis amigas y me animan a marcharme, no he cobrado todavía, me voy a Beneficio, espero, trato de entender mi pena, mi rabia, ya no hablo con X, no sé quién es, no me hace gracia, no confío en ella, todo tiene que girar en torno a su ego malherido o se incomoda…. ¿o me incomoda que todo  tenga que girar en torno al mío? No confío en nadie pero vuelvo y se inaugura un estado de alarma por el coronavirus, así que me jodo, me venía reconciliando con X porque nos quedamos soles en el castillo y decido quedarme (otra vez). Así que me vuelvo loque, me entran delirios, me imagino cosas, me vuelvo a enamorar, me vuelven a insultar, a empujar y a gritar; lloro todos los días, desde por la mañana hasta por la noche; nadie  me entiende, nadie me pregunta, nadie tiene siquiera un mínimo de energía para darme un abrazo en el que florezca mi desazón; aunque me ofrecen asistirme el suicidio, todo un honor, justo lo que necesitaba. Todes tienen desazones, el mío no es especial, no tiene lugar en el videoclip de Peluso pues soy la vieja lisiada y con barba que llora al fondo del encuadre descalza; tengo el pelo revuelto y me sueno los mocos con el vestido. Tengo una cámara y grabo pero solo aparece el vacío en el espejo y unas caras desfiguradas, voces intermezcladas con los ritmos que bailo al atardecer para quitarme tanto muerto de encima. Escucho voces, voces de crítica, de desconfianza, pero trato de encontrarlas y se van. Escucho a seis personas cagar todas las mañanas desde mi cama, a un metro y medio de distancia, y sigo sin saber si esas voces son de alguien o son mías, puesto que por entonces pensaba que todes éramos una, que esto es un gran cachondeo y que hay polvos de Orión sincronizándonos; vaya, estaba perdiendo la chaveta. Consideraba a Pécora mi amiga. Aunque se riera de mi sin conocerme de setas, se riera de mí porque no creía en mí, porque le parecía hilarante, qué gracia, chica; ¿que qué problema tenía conmigo? Ella sabrá, que  quiere escribir textos y se cree(a) pretextos… No me apetece ni regalarle insultos. Porque ya lo he hecho y me reverberan.

¿Una maldición? Nueve, mínimo, y no me inquietan. Nací maldite. Nací desviade, literalmente, con los dedos de cada pie mirándose, sin poder andar, necesitando una máquina dos meses para que me los pusiera rectos. Así que, de vez en cuando, voy al rincón lúgubre bajo el castaño que tira bellotas radioactivas y deposito algún envoltorio de caramelo caducado, un pañuelo con el que envuelvo el dildo, ceniza, lo que encuentre que me remita a la posibilidad remota de sanar, dejar marchar, dejar atrás, volver a confiar, reconciliarme con mis propias decisiones de mierda, con mi intuición que está pero que no está, con mi victimismo, con mi responsabilidad, con sus responsabilidades, que no ven, que no quieren ver y no verán, pues yo tengo un máster y cómo me expreso, sospechose sin duda, manipuladore, y encima celose, penetradore, sin aceptar la separación, looser optimista, que no quiere drogarse, dice, decía… decía y no hacía, decía y no hacía hasta que dejé de decir, dejé de hacer, dejé de dejarme ser por esas voces; y cuando, como decía, encuentro un segundo, entre la vigilia y el sueño de madrugada, cuando levanto a hacer pis antes del amanecer y parece todo producto de una pesadilla, tropiezo. Tropiezo con la nada: no hay rincón lúgubre, no hay lápidas, no hay castaño radioactivo, no hay flores, ni verdaderas ni de plástico, no hay nada. Esos nueve fantasmas estuvieron aquí, lo prometo, lo recuerdo; la certeza, aun así, de que se largaron sin previo aviso se tambalea bajo el sonido de unas risas burlonas que oigo de lo lejos si me concentro. Están ahí, como pequeñas garrapatas del amor chupándome el ventrículo izquierdo. A veces las dejo. Y a veces busco, como ahora, la forma de arrancarlas y aplastarlas; las exprimo para recuperar mi sangre y, con sorpresa, aterrade, veo que el zumo es negro. Y me lo bebo. Mi sangre es negra, como el petróleo; ¿soy un vehículo?, ¿una máquina programada? A estas alturas no diferencio; no les agrupo salvo cuando me interrogas para tu investigación absurda. Yo maté a nueve garrapatas que me mordían el corazón, lo hice hace meses, ni siquiera sé si fui yo o fue en un sueño. A los sueños ya solo va mi luto, vestida de negro, con máscaras de nostalgia, para abrazarme y luego desaparecer. Te contesto y contesto porque he visto una película y no me quiero morir, o no quiero seguir viviendo, alimentando a fantasmas con la intuición que se me atrofió cuando decidí creer más en otras personas que en mí misme. Por eso estoy aquí.

(02022020)

O eso pensé fugazmente cuando me despedí de ti mientras dormías. Pensé: sea como sea – sea el mar que sea el que nos separe y vincule-: amar es la acción definitiva, una especie de danza armónica de emociones e ideas hechas materia, puestas en marcha, transformándose en cada gesto e intención, irreducibles a un verbo. Un suceso situado que nos convierte en cuerpo, la red fluvial de nuestra sangre, el agua en todas las células que se eriza cuando la luna crece y que se envenena de prisa, deprisa y sin piedad a menos que se deje transformar como el manantial deriva en torrente con la lluvia. ¿Nos dejamos transformar? Más bien nos lanzamos a ciegas por el precipicio de la transformación, apenas con dos alas endebles de algodón y humo que tienen el caro propósito de aliviar el golpe de la caída. Me transformo de arriba a abajo para encontrarme con mis lados: al caerme o reboto o explosiono y soy todo sesos esperacidos, todes eses esperacides que caen y explotan y se vuelven a levantar también, todas eses del viento que me aprisiona y me acaricia. Porque yo fui viento sin ser siquiera aire y te amarré a mi carroza de presiones y vendavales. Pensé que extrañabas el calor que por entonces quería ofrecerte sin límite cuando a veces ni podías con el tuyo, así que decidí cargarte en la espalda mientras dormías y viajamos al sol una noche de verano, sin equipaje apenas, como dos perras de fuego, hambrientas y empezando a sospechar de cualquier camino celestial por la ausencia de semejantes. Volvimos a encontrarnos al caer, pues el universo es impredecible y bastaron pocos minutos para que una ráfaga me hiciera olvidarlo todo y te sacudiera de un soplido. Me golpeaste por el susto y ambes tropezamos: yo me reía intentando desenmarañarme los pelos enlazados a mis uñas y tú hacías fotos a todo lo que veías antes de volverte a dormir.

Así que desperté porque me interrumpió el doctor Prince, que había venido a oscultar a mi bebé nonagenario seis horas después de que llamara a emergencias. Afortunadamente, pudo medirle la temperatura metiéndole un aparato por la oreja y ha decidido preparar un brebaje para su sanación que tiene el mismo color que sus flemas; amarillo y espeso, con sabor a plátano, 10 ml. Poco más puedo añadir. Ya hablé de las trampas del tiempo activadas durante este par de décadas; he publicado cartas que nunca envié y continúo igual, hablándole a la luna para despertar un día mude, con mi lengua bicéfala transparente en reposo en el paladar, sin mucho margen para deslizarse por el scrolling de este espacio grisáceo en proceso de virtualización.

Me siento como una caracola fosilizada y medio rota, enterrada bajo las orillas de una playa kilométrica. O como una palabra de un libro mojado cuya grafía se ha transformado en un lamento visual. “Me siento y lo escribo”, mejor dicho… escribo en sucesión metáforas que me inviten a sugerirme, a rodearme y exponerme, a celebrar este día. Pues llevo esperándolo desde que tengo uso de razón. He de reconocer que descubrir la perfidia del calendario gregoriano me hizo olvidar la casuística numérico-mágica de febrero, al que tocaron pocos días por segundón. He de reconocer que la claridad no es lo mío, al menos ahora, sentade como estoy, escuchando un tic tal de reloj analógico, escuchando a una persona cuya memoria se difumina al buscar una y otra vez, durante horas, sus llaves… Yo he perdido tantas llaves que no podría hacer un recuento  certero. No me enorgullece porque hasta mis pamadres me han negado la entrada a su domicilio familiar sin sus presencias, no vaya a ser que les pierda la casa también al crear un loop temporal con mi fuego que consumo y domo con cada cacho de planta seca envuelta en algo que me fumo como me fuman a mí mis pensamientos. Más que metáfora es metonimia: tras años observándome, sigo deteniéndome cotidianamente unos cuantos nanosegundos e incluso uno, dos o tres segundos al atravesarme un pensamientoconemoción que me dificulta la respiración regular, como esta frase. Ya quedan lejos las mañanas de despertarme asfixiade tras viajar a conversaciones de completos desconocidos y velar por la empatía de sus comunicaciones. Ya quedan lejos los sueños de lo mismo, puesto que anteayer os soñé a todxs, a menos a ustedes tres, y al parecer tenía yo mis asuntos porque no desperté ni triste siquiera. Puede que un “buen profesional” se detendría en un recuerdo: embalse de San Juan, tres o cuatro años. Jugué y me enamoré de un chico de mi edad cuyo padre era un machirulo. Al marcharnos, el coche de mis padres iba por delante del de los suyos y yo miraba por la ventana trasera de ese renault blanco viejecito y me despedía, y me entraba una congoja que me duró años, hasta ahora, vaya. Por eso lo importante es según para quién y en qué momento, dada la naturalización de jerarquías que cometemos impunemente como buenas antenas de las macroestructuras que somos. Por eso amar es un vessel, una nave espacial, como la Tierra y nuestros cuerpos, que atraviesa todas las historias para enlazarnos con lo que sea que dinamita los regímenes necrománticos que pululan en relativa sincronía por la tierra.

Por eso te escribo otra carta que nunca te enseñaré a menos que me lo pidas; entiéndeme, son viejas costumbres que como fetiches movilizo los días de invierno en los que me he cansado de ir pestaña por pestaña buscando mis deberes que pospongo, no vaya a ser que me llegue el apocalipsis a medianoche y no tenga si quiera un rimmel decente para protegerme los ojos de las bolas de fuego hialúrico que escupirán todos los seres humanos maquinizados por sus deseos de transcendencia. Por eso no me entiendo ni yo y después de esta historia de amor que me has regalado, ser de las estrellas, ser perseguidx y adoradx (nunca a partes iguales) por esta Europa vampírica que ceba a los seres que la pisan para devorarlos en sus sueños, ser de piel tersa y morena y peluda como la mía… por eso no te pido ni que me leas, ni que me entiendas, ni que me beses, ni que me cuentes de verdad lo que sientes una vez más, por si hay algo que se me escapa, por si debería dejarte unos días más en el congelador o sacarte de paseo con mi bebé nonagenario o tirarte al canal al amanecer, cuando los cisnes empiezan a cazar peces e insectos, cuando yo despierto y olisqueo por si me has visitado en sueños, cuando lo que pasa es, sencillamente, que los momentos de amar y ensueño pasan como (recapitulemos casuísticamente:) estrellas fugaces, mariposas, mariquitas, olas de mar, fases lunares, amores pasionales, regímenes globales y eras glaciales. Porque amar es amarse y amarse es transformar(se), porque se sabe sin necesidad de hacer un pacto con sangre que la llave de la puerta del lamento del océano se encuentra en tu corazón, arrítmico como el mío, mecido por tu pecho miedoso de hacer mucho ruido. Abandonaré las alturas por unos días, o eso intentaré por octavo año consecutivo, para permitir a mi cuello resquebrajarse sin sufrir los embistes del viento a menos cuarenta y pico grados. Abandonaré los lugares virtuales donde pretendo buscar para poder encontrarte de nuevo, ’cause I’m a spy in the house of love, como el vampiro de Jim Morrison, y el amor me pide que me recoloque, que me sitúe, que tome aire y escriba para ordenar al universo empoderarnos para luchar, con o sin alas, con o sin dinero, transformando, robando, pidiendo, amando, rompiendo, creando, riendo, bailando, destapando, desenmascarando, descentralizando, irrumpiendo, imaginando… Atreviéndonos ya de una vez, amor, a amar y dejar ir, a amarnos y dejarnos ser, a amarles e invitarles a transformarse o a morir antes de que acaben con nosotres. No hay serie más emocionalmente preocupante que la de esta vida y yo trato de optar por intervenir antes que observar o enunciar el proceso de la desaparición del amor de nuestra intersubjetividad, de unx ‘nosotrxs’ que comienza a ser leyenda. Así que reposa, little bird, nútrete y descansa: porque esto solo acaba de empezar.

Demonios de niebla

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La ausencia paranoica: hostilidad egocéntrica revestida de pacífico-empática. La hostilidad: signos aprehendidos al esconder el grito, la lágrima que brotará para que el mar se filtre por los ojos y lave todos los puntos de mierda que se han quedado grabados en nuestras pupilas.

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Siento que me tienes algo de miedo y en estas ocasiones soy una puñetera antena parabólica del miedo, soy el miedo, el pelo negro de la canción. Y vengo a arrancarte la palidez dental. El juego de mesa más antiguo es el pronombre “mi”. No puedo evitar sentirme… invisibilizade por un discurso articulado por el conocimiento; y es una perla enorme y brillante, me desgarra porque me deshice de ella y la tiré a la lava; y la recupero para colocármela en la frente y volar con mi velero y mis viejxs amigxs, pero a veces me quema y me asusta tanto…

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Jugar con la realidad es de hecho lo menos automático. Déjala desvelarse con tu respiración, con calma. Nunca se ha ido. Tus viajes racionales y analíticos esconden tus percepciones; encuentran las suyas pero vapuleando a las demás. Da paso a que se junten y se reencuentren, a que se fundan sin piedad, pues en esto está la vida y qué si no vivirla. Sumergirse es casi automático y crea puentes para protegerme o atacar; viejo Dani con casco, chiquillo de Oshima que agita histérico la pistola.

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Sedúcete por tu carne y acaricia tu piel templada. Nadie de por sí puede entenderlo. Déjales pasar. Pregúntate: ¿para qué? No lo esperes. Decide, si dudas, dejar de dudar. Saca la cámara de paseo, erguida, lentamente. No abandones el recuerdo de la sensación de que todo está bien. Está ya ahí y tú solo puedes integrarlo en ti para enfrentarte, divertirte, sentir, pensar. Ignora a los jueces, a las voces revestidas de amistosas; es la norma interna retorciéndote el corazón. Que nadie se atreva a retorcerte el corazón.

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Tantos años olvidando una razón fácil: vivir por lo bello, por la diversión, por el amor. Nos han robado el tiempo y tú con potentes máquinas en tu cabeza jugando a thrillers y películas de terror. Tan perdidx, tan inciertx. Que esta realidad se colorea como quieras.

A ponerse fuerte para derrotar a las máquinas de la dominación  y a sus aliados.

Para vivir. Para crear.

Que no se te olvide, que no se te olvide, que no se te olvide.

Recuerda.

No es que puedas, es que eres.

Que no es justo que tengamos que morir de pena.

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Arrastras el castigo por sumergirte. Bañarse en la hiperrealidad es como bañarse en cloro. ¿Dónde la ducha que lo limpie? Si sale agua también con cloro. El centro se encuentra al no buscar. La búsqueda es la tarea que te mandas por no saberte la lección. Por eso usas a lxs demás como centros temporales e hipotéticos de referencia. No estás incomplete porque no te esté sucediendo un gran amor. Tu sacrificio es devorar el tufillo de realidad de la estufa cis-heteronormativa. No dejas de ser siempre lo que quieres.

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Toda sensación de necesidad es metáfora del aire que respiras. Convertirlo en metonimia es jugar al autoengaño, y qué tristeza es aquella que no se puede llorar…

Si enloqueces, cúrate. Busca el lugar: tienes energía para ello y sabes cómo hacerlo. Agradece el existir y el vivir tu vida. Deslízate con el calor. Rechaza crearte a través de comparaciones. Ayuda al mundo a curarse. Al sanar, luchamos sin esfuerzo salvo en la urgencia, cuando también puede ser un juego. Las pesadillas al despertar son carne de Resilencia. Que no te asusten los códigos colectivos, la sensación de que nos adulamos cuando nos compartimos sin máscaras, a sorpresa de lo verdadero. Vincúlate a la vida.

(2014)

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La verdad: Simulación de un paraíso mitificado (el mundo sin control, el amor libre). La verdad es todo lo que se cuela por el filtro del control, lo que no engulle. Los fallos del sistema son su huella (o su registro). Hay una verdad oculta que no es transparente: la que explosiona y atenta contra el filtro aunque sea finalmente neutralizada por cualquier imagen-simulacro.

El simulacro: Niebla espesa de la mente intersubjetiva en este tiempo. Se libera de forma aleatoria y caótica (es un sistema productivo de confusión; como la confusión de las carreteras y los coches para los peatones). Todo pasa a toda velocidad por todas partes en la era de la información. Cualquier discurso potencialmente hegemónico puede ser adoptado mediante su propaganda como fuente de revelación metafísica. Incluso la idea de que la lucidez del despertar en el todo es solo una idea más.

Ese es el poder del simulacro. Convertir la verdad en su imposibilidad, el pastiche de su presencia, en desplazamiento, negación o ausencia. Para simular que la realidad siempre fue como señalan las imágenes codificadas y predispuestas a reproducirse en cada minúscula partícula de la niebla del simulacro. Para simular lo que sea para permanecer. “La cuenta atrás de la autodestrucción del mundo”.

Formas de disipar la niebla: Las imágenes del simulacro son adaptaciones culturales y se materializan en juegos sociales (las colas, las idas y venidas, el visionado solitario o colectivo de pantallas, la interacción cibernética, la conquista amorosa, la ambición laboral, el ego delx artista); y en instituciones (las escuelas que se adornan con colores para atraer a los niños, los hospitales con su atmósfera enfermiza, la constante degradación y humillación que supone acatar una orden ajena, la burocracia). Los juegos del lenguaje o los grados del conocimiento lo replican todo a través de la materia del simulacro (edificios, calles, cuerpos y espacios envueltos y maquinizados, códigos diegéticos). El control realiza un constante registro sistemático que se reinicia en cada producción de imágenes.

La vista debe asumir el simulacro de su intuición y performarse predestinada. Con la ansiedad, la vista no se posa (no se ve nada salvo la proyección del viaje psicótico de la mente).

El aire en las ciudades está contaminado y no se respira bien. Parece que no es suficiente. Huele como debería de oler la muerte de la muerte. La respiración debe asumir el simulacro de su intuición y someterse, como la imaginación, a la lógica del control.

En la dimensión de la mente lo que ocurre es la imaginación. El control educa a ciertas voces para que representen y reproduzcan al control. Al final todas las voces aprendieron juntas. Las voces de las imágenes y las imágenes de las voces sostienen y rodean a, se sobresalen, se extraen de la imaginación, cuya intuición es la magia (belleza, telepatía, amor, totalidad), y no simular estatismo. O un sujeto. O un objeto.

Formas de disipar la niebla: Volver a ver (tercer ojo, realidades no psicóticas), volver a respirar (sin arritmias ni taquicardias, pausadamente, destensando el abdomen, el pecho, la garganta y el resto del el cuerpo).

Los juegos y rituales que se performan en estos dos procesos disipan la niebla, que vuelve sin avisar y que tiene un curioso efecto: con ella todo se olvida, sin ella apenas se recuerda. ¿Quién quiere recordar? ¿Quién se puede permitir no olvidar?

El cuerpo se vuelve cuerpo (el biotecknonecromierdix-poder ya no lo controla ni registra, no podrá preverlo y usar su posibilidad de liberación para perfeccionar su control).

Nombres de los simulacros de las formas de disipar la niebla (si no otro gallo cantaría). De rever: descansar, un break, meditar, irse de vacaciones, inicio, final, fiesta.

De respirar: encontrar la pasión, sé tu misma o al menos relájate, auto-contratos que permiten liberar tensión con amnistías y objetivos, protocolos de cuidado.

Cada persona tiene una experiencia única con la niebla. ¿Quieres hablar de ello como una conspiración, un aviso, una alerta, una profecía, un tema de conversación? (…)

(2015)

Lo importante es amar

Dado que amaneció el cielo ennublado y grisáceo y en este intervalo de dos horas el sol ahora me hace sudar, me permito reportarme un poco desde este presente que se enreda al numerarse algunas imágenes dignas de inscribirse aquí. Me gustaría poder usar voces más accesibles, que me lleven adonde quiero remover, pero nada específico o enraizado me llega, nada a través de palabras, digamos. Tal vez se trate de haber compartido demasiado, de haberme expuesto un poco desenfrenadamente a la inmediatez de la red, de haberme atrevido a romper los límites entre realidad y ficción. Llevo meses sin escribir, intentando sanar mis uñas y darle rumbo a mi serpiente de la supervivencia para poder ganar dinero en este mundo capitalista de mierda. Estoy en casa de mis padres haciendo uso de mi privilegio de niñx-blancx-madrileñx-casidepresivx (NBMcD), asunto que agradezco porque no tengo otro sitio adonde ir en este estado medio enfermizo en el que me encuentro, pero que voy a tener que mutar pronto igualmente si no quiero estancarme o volverme loki del todo.

Este verano de precariedad vagabunda amorosa en la vendimia-fracaso ha sido como un regalo en forma de globo de agua gigante caído desde el cielo en la cara seca: el primero de todos que anuncia una lluvia inesperada de bombas líquidas, “el rayo sobre el lago”, nuestro amor que se practica al acompañarnos  y cuidarnos, y al dejarnos ir también. Tú y Canna os habéis convertido en mi triangular familia con extraña facilidad, disfrutando el encuentro, permitiéndonos conocernos y respetarnos con o sin hostilidad exterior. La saturación de tópicos románticos es tal que las personas se guardan de compartir sus “relaciones íntimas con” con su círculo, o al menos más encriptadamente (una canción o una frasecita pal ruido virtual, porsiaca). Yo me invento y muestro textos que versan sobre mis delirios románticos (entre otras cuestiones), testigos directos, reportes calmados o aún más agitados, poemas… No aspiro a exhibir mi escritura porque no hay oficio ninguno en este registro casi automático de los flujos de meta-consciencia. En algún momento pensé que podría activar algo, conectarme con otras mentes cibernetizadas en lucha, inspirar. Pero pronto percibí cómo este medio era idóneo sobre todo para enfrentarme a mis propios pensamientos con el riesgo de su exhibición. Así que sí, he aspirado a exhibir mis pensamientos, triste forma de canalizar mi soberbia y de crear, oficio viejo el de no hacer nada más que parlotear. Esperaba más que nada sanarme, aceptarme tal y como soy en mi hibridez identitaria, sin miedo a que mis propias dimensiones virtuales internas me llevaran a lugares infernales de autodefinición y estima, sacándolas como en un extraño juego para convertirlas en algo más bello. Me cuesta todavía crear una narración legible que contextualize tales desbarajustes psico-cognitchivos, y a estas alturas cibernéticas (o “el blog que nadie lee”) no tengo necesidad de justificar mi locura o mi trauma con la dominación para permitirme seguir escribiendo lo que me salga de mis dedos.

A veces pienso que genero la mayoría de imágenes auto-referenciales negativas a través de gestos o signos de mi entorno cercano que normalmente malinterpreto, pero que, desde mi vulnerable estado de enrarecimiento, percibo como muestras de desdén o rechazo mal camufladas que se conectan con mi propia fuente de auto-rechazo en bucle. Luego sé que esta imágen, a través de tal generalización, porta la trampa de distraer la causalidad de nuestro sufrimiento estructural, de hecho trata de destruir las redes, estirarlas e inspeccionarlas para quemarlas y agotarlas del todo. Nadie aspira a estas alturas a conectar con todo el mundo (al menos hasta que te baja la serotonina o miras el móvil). Pero nos performamos libres con el amor y viceversa, creamos formas de comunicarnos, enseñar, tocarnos y crear que poco tienen que ver con los guiones del Cistema salvo en su oxidada y hueca estructura ósea, a veces inamovible o abrumadora en los espacios urbanos, en la forma del aire, el ruido, el espacio transformado, nuestras ropas y movimientos, nuestros tonos y frases hechas.

¿Por qué tendré tanta necesidad de intentar actualizar lugares comunes de la resistencia cuando encima juego a no ser nadie? Escribir esta frase me ha hecho detenerme y revisar los borradores que nunca publiqué, en busca de alguna clave, como si se tratara de un acertijo (o un problema):

Recuerdo estar en la sala gigante con goteras y luces fluosforecentes y salir y entrar, y encontrarnos y seguir hablando. (03/12/2016)

Me está dando el sol en la cara y Chavo me mira (24/12/2016)

El día está oscuro a mediodía y llueve. (16/12/2017)

Voy a desentonar la tendencia diario adolescente de los últimos textos para entretenerme mientras intento concentrarme en la biblioteca. (30/04/2018)

Septiembre no podrá con nosotrxs, solemos decirnos en los inicios de nuestra juventud. Este mes puesto de transición entre el calor y el trabajo nunca nos lo ha puesto fácil, al menos para dedicarle un rato al día a escribir el flujo incriptable de ideas que recorren nuestros pasillos. Entran por ventanales y, como las moscas, solo salen ante cierto ímpetu: torear a un fantasma, barrer el aire con la toalla, ese tipo. (Luna Eléctrica, 30/09/2018)

Creo que debería empezar a escribir otras cosas (pero pienso y lo escribo). Localizad y mautad vuestros hábitos adictivo-automatizados con cariño y paciencia, porfa, o ellos se encargarán de implementar nuestro fin a su manera. Cuidaos a vuestra manera, perspectivas únicas, viajerxs de la red virtual de las dimensiones imaginativas, cachos de materia en transformación, porosxs y sensibles. Nada está escrito salvo este ruido que nos engaña para pensar que podemos naturalizarlo. Renunciaremos a la escritura antes que a nuestra tierra, cuerpos y amigxs. Los lazos afectivos son prácticas de amor, y cada vínculo nos muestra el universo en las pupilas de lx otrx. Un artículo de Todo por hacer que no he podido encontrar decía algo así como “cuando miramos a las pantallas no miramos a los ojos.” Yo sin gafas no veo más que pupilas masivas, pero prefiero creer que transformo con la disposición de mi pensamiento, que “I open my heart, my body, my soul” aunque esté percibiendo el desconcierto o la incomprensión ajenxs como amenazantes, así que estiro y estiro y me quemo, me quemo los dedos con aceites varios mientras escribo y espero, porque no me atrevo a actuar demasiado, hago y repito, vacilante, sin armonía apenas. Adorando la tuya y aprendiendo a amar, amor.

 

 

 

 

Hoja de Reclamaciones Noosféricas VIII

Estoy en la cafetería de ingeniería de la universidad de Granahjda digiriendo un poco de realidad mañanera que se convierte en tarde (dos de la tarde, cuatro de la tarde). Siento como si fuera un zumbido la virtualidad de estancarme en la silla de dentro/fuera y no despegarme jamás. Es una idea triste la de no saber qué hacer y no saber dónde estar para no saberlo, la de no saber qué escribir también, como si fuera necesario el qué. Vaciarme de palabras, seguro.

Lo de venir a este lugar a vomitar es de sobra recurrente así que evitaré autoexcusas introductorias de más. Especialmente cuando inspeccionar mi consciencia no puede reducirse a reportar mis bucles solamente. Llevo en Granada poco más de un mes y tal vez hoy hubiera amanecido de otro color si la bendita lluvia se hubiera detenido antes, y cómo no celebrarla aunque haya interrumpido nuestro settling cuevero si la tierra está seca y pide mojarse. Yo al menos la siento así porque así me siento, tras empaparme de vapor de agua y de humo y de bonita y atormentada compañía en Utrecht. Mis delirios mutantes con chicos heterosexuales merecen tal etiqueta porque irrumpen en mi cotidianeidad como si de un manantial se tratase. Tal vez celebre demasiado impetuosamente, porque cómo celebrar este privilegio perceptivo cuando tras tanta lluvia las murallas de la Mente Heterosexual se muestran desnudas y casi carentes de fisuras. Destruir muros no es un hobby sino una urgencia, una necesidad urgente que nos recorre a muchxs de muchas maneras. Más allá de la duda de que mi manera sea dibujo y no escalera, inspección sugestiva sin golpe, que mi deseo me lleve a cul de sacs hediondos por mi propia basura acumulada malamente, me revela un pattern que me congela, en él y por él congelade como un cubito de hielo. Que me derrita me desempodera y qué mejor momento para reconocer mi potencia que en sequía, pero llueve y llueve y mis raíces se tambalean entre el barro de la tierra que es mi cuerpo, tal vez demasiado atravesado por huesos y articulaciones cuyas estatuas habituales me invitan a habituarme a algo que no puedo más que tildar de vampírico por la extracción que supone.

Me cansé de embellecer cada flechazo cuando todavía entre mi carne hay puntas afiladas de metal que o no localizo o decido conservar nostálgicamente. Puede que el enamoramiento auto-generado que destinamos a la extinción, como si de un pedido erróneo se tratase, sea menos cómplice con la dominación planetaria que la conexión recíproca y correspondida, al menos cuando ésta se asenta como un plan a estirar sobre la superficie de lo real (un mapa impuesto sobre la superficie que representa, postmodernxs dixit). A veces justifico mi recurrencia a dejarme fluir en esta intensidad maravillada que permito activar a través de cuerpos opacamente atractivos, chicos que pululan entre el sentido común y el cosquilleo de lo desconocido, como si esta época nos aportara suficiente leña como para calentar nuestros fuegos para ese juego cuando el mero juego de tocarse con cariño y suavidad se nos prohibió tajantemente hace centurias. Yo invoco un laberinto heredado que se despliega a través de ellos para ellas; encuentro los vectores como hologramas y los recorro medio a escondidas, convirtiendo la intuición de que esas son sendas poco welcoming para mí en decretos para callarme y taponar mi deseo. Dejarnos sentir lo que sentimos no es una cesión sino una batalla, porque en nuestros cuerpos hay máquinas diseñadas para interferir en nuestra caótica tendencia a la armonía. Pero de quién hablo cuando tantos seres civilizados venderían a sus progenitorxs, abuelxs e hijxs por la cristalina experiencia del plástico. Nos han hecho adictes a la velocidad del cambio que no cambia, a las plantas y al café con azúcar expropiados de Abya Yala, a devenir sin trabas cuando las trabas se nos inscriben (adictes al simulacro ansioso-eufórico entonces). Y a la vez nuestros cuerpos pueden zarandearse y desprenderse de los polvos de dominación con los que nos bautizan en nuestras sociabilizaciones, y también en toda situación donde se respira el putrefacto orden debidamente perfumado de las calefacciones y aires acondicionados con las que ambientamos nuestras temperaturas internas y externas. El frío de la pasión es fucking freezing, congela mi deseo como si realmente hubiera escogido un paquete experiencial insuficiente que se pudre en el congelador por mero olvido o imposibilidad de cocción. Mi imaginación solo reverbera lo que mi cuerpo siente porque es cuerpo en transformación, por mucho que la dimensión virtual hegemónica imponga a ciertas imágenes como garantes de algo en lo real y a otras no. La sola idea de modificar el estado de esas cosas por un deseo insatisfecho es aun más terrorífica, especialmente cuando las razones para crear espacios de libertad se encuentran inmanentemente y no a través de densas tramas bucleico-afectivas en las que vuelve a alzarse cierta desesperanza, cierta angustia moribunda de un cuerpo que no se entrega del todo a la mutación cíclica a la que la naturaleza nos invita cruda y gentilmente. Qué suerte poder sentirme agradecide ante las ocasiones que moldean mi ego vampírico sin piedad, puesto que éstas me retuercen sin miedo los nudos de energía que creo al no dejarme respirar los golpes a mi manera. Si mi memoria tramita experiencias a través de programas informáticos, olvidarme de cómo mi cuerpo se envuelve para actualizarme supone una deriva angustiosa como mínimo, auto-complaciente por tanto al desposeerme de la potencia para sanar. Esta localización, esta ilusión de una falta, responde a una realidad social en la que las quejas se hacen por escrito y debidamente formalizadas para que consten como fantasmas registrados, como este texto, así que alimento el bucle de la confesión, de la aclaración retroalimentada, como si el enamoramiento fuera (solo) un trip cósmico de entanglarme con cuerpos amurallados para ¿derrumbar piedras juntxs?, ¿observar voyeurísticamente nuestros vacíos centrífugos?, ¿transmitir mi virus de la pulsión a través de agotar la virtualidad del guarreo?, ¿jugar al hambre? Se trata también de una vergüenza inexplicable por mucho que la adorne con florituras, que tal vez recorra el esqueleto que potencialmente abandonaré al mutar esta primavera a través de venitas de cal por las que fluyen venenos variados que ahogan mi consciencia. Hasta que una ráfaga de viento sacude mi cara sin preguntar y el juego de la sexualidad se funde con todos los demás. Hasta que muto y me desplazo de esta percepción que me percibe, subsidiaria de un yo que pretendo destruir para convertirlo en lo que es: y, o, yo en asociación con todo sin un plan configurado pero desde un plano que irremediablemente me configura y lo hará por mucho que justifique mi abatimiento con temporales pactos con el poder, a mí y a lxs demás, ¿o no? Me pregunto si nos dará tiempo para descifrar, espero que en mi caso no dócilmente en el frame de mi maldita tesis, las nuevas formas de control que a través de los smart phones nos recargan para cargarse la vida en este planeta.

Algoritmo de Google y demás máquinas robóticas que indexan lenguaje en red: os desafío.

did you ever believe the lies that you told

Nederlands ha amanecido con una tormenta tornadosa que ha hecho volar a la gente por los aires, bicicletas incluidas (dicen). Mientras la idea de que mi cama es el lugar más cómodo del universo se consolida, recuerdo dormir en pisos y en la tierra y descansar lo suficiente como para levantarme sin cansancio, y no es que me levante con él porque duermo horas y horas y horas e intento atrapar mis sueños como reliquias de mi imaginación que me indexen algo propio, a ser posible no demasiado contaminado (por colores concretos o por bucles). He soñado con Andresito y con mi familia y resulta que al final solo recuerdo momentos concretos, casi como me ocurre con los sucesos que me atraviesan en la waking life, por ejemplo: en una conversación con varias personas en la cocina de Ravellaan antes y después de otros sucesos que se disuelven al despertarme recuerdo tocar una mano, casi por error, y sentir algo bonito y mirar unos ojos y alimentar, todavía un poquito más, esa dimensión esquizofénica del amor-a-uno-no mismx que lleva desde los seis años caletándome las calderas de mi plexo solar, maquinizadx mi pecho para poder lidiar con mis años encima y el patio amurallado con piscina en el que me crié como una gallina correteando y jugando a juegos de todo tipo, y por qué me daría a mí para mobilizar todo tipo de artilugios románticos en edad tan temprana y en especial tras darme cuenta de que una finalidad sería del todo suicida, o mejor, tras darme cuenta de que no hay finalidad en ese amor (amor 2.0., digamos), sino una experiencia espectacular, una fiesta hormonal de espejos móviles y cristalinos en los que la luz difracta y nos baña con el calor del otro (unos ojos bonitos, etc.).

Los días en Utrecht transcurren parecidos, con breves destellos del sol, aguados y precoces. Quiero verme en la cueva de Luis y con las primas en Granada y observar morbosamente mi ansioso cuerpo hasta dar con un pattern que me impulse a diseñar un juego de curación que me transforme. Aquí me cansé de intentarlo, triste de mí saber que este maldito país ha podido convertirme en alguien huidizx que mira con miedo confuso a otras figuras que se mueven, y es que no pelo los tomates que compro en la frutería y tal vez los sigan regando con arsénico o sulfuro, o con agua residual con cocaína u otra sustancia aún más letal y tentadora. La vida entendida como el éxito: una estela que destella en el cielo hasta que la apaga la distancia, una estela que se mueve programada, el orgullo del control ontologizado que cuadra con mística maestría con las gramáticas que nos disponen a hacernos vida. Sería poco apropiado hablar de mi vida como un regalo o una misión intergalática a secas, un fenómeno ligado a todo lo demás vivo y muerto, animado aun así por nuestras imágenes, cuando transito con pocas claves respecto a quién impulsa mi andar. La sospecha de albergar un algoritmo en mis articulaciones que decide por mí a qué centro de indeterminación acercarse, dejarse acercar, dejarse afectar, me anula. Llevándolo a un discurso más simple podríamos hablar de falta de autoestima y otras figuraciones light popcológicas del yo pero de verdad que no me interesa el yo salvo como yoyó, yo deslocalizado en su sombra, tecleándose mutante en este diario de insatisfacciones cognitivas que me da por compartir con el propósito descabellado de afectaros con mi deslocalización, de mostraros rutas para sospecharos sin demasiadas lesiones. El yo es una ilusión porque mis átomos siempre fueron tuyos y porque tú eres un par de signos que presumen incluírte en lo que sea que yo me excluyo… así que la promesa de mostrar es monstruosa sin duda, una leve dosis irónica en estos tiempos cibernéticos que se añade a otros tropos que recreo para legitimarme como estrella canina. Otra imagen de mis sueños aparece: un perro que debería ser Chavo pero que es mucho más grande olisquea detrás de una puerta, donde un gato negro se ha escondido haciendo una bola al percibirle. El perro intenta meter su hocico en la bola y acaba mordiéndole la cabeza al gato, que parece no reaccionar, quizá porque es viejo o joven, quizá porque no estaba ahí para ser gato porque en realidad su forma cambiaba y también su color negro que cuando se hizo bola era pardo claro, y yo me acerco intentando no causar más trifulca porque el perro juega con la bola como si fuera una pelota cualquiera y acabo separándole la mandíbula diciéndole palabras bonitas, y si cada elemento medianamente individualizado en mis sueños se refieren a mí, de verdad que no entiendo mi función, el límite al infinito y el empeño de cruzar axis me confunden: mi ‘segunda vértebra cervical’ está en stand by, en un programa de reposo prolongable de bajo caché.

La vida entendida como axis: articulación de cuerpos que rotan – rotos todos, cuerpos rotos que se vinculan según las agendas y la gravedad y las permisiones de Chronos, rotan los cuerpos para bailar la música del universo, de los átomos tomándose menos aires de supremacía aunque juegen a separarlos para extraer energía, y es que eso hacen: en todos los empeños para nucleizarnos hay potencias afectivas que se comercializan (Preciado lo llama potentia gaudendi del Spinoza aunque seguramente se refiera a otra cosa), puesto que siempre va a ayudar un café o una birra tras una discusión, un porro para calmar el día de curro y el viaje en metro, una serie en la cyber-tele de cable para atontarse del todo y dormir, una noticia de algo que ha ocurrido, una llamada de teléfono para hablarnos, un maldito wasap, ciber-sexo a la carta homonormativo, unas vacaciones relajadas en algún país del sur explotado por el turismo blanco… El calor tiene precio y el frío es como el infierno cristiano, una figuración que se encarna y aterra pero que no tiene lugar para establecerse en términos relacionales, y decir simplemente que por estas razones hoy estoy triste y medio enrarecidx es decir lo mismo que llevo escribiendo desde que empecé a escribir, disculpen potentia ‘lectora’ users por encontrarse con este largo vómito hecho palabras cuando podría estar escribiendo encantamientos e historias para mobilizar nuestras energías libres (o trabajos de la universidad), para invitaros a descomercializaros y a respirar. Tampoco es que ese fuera mi propósito. Durante años ‘llevaba’ un fotolog y un blogspot en los que fragué mi identidad emo-wannabe adolescente con textos algo crípticos y referencias indirectas a mis objetosujetos de amor 2.0., comunicándome con ellxs a través de la red, de las ideas y textos, o sea que así me practicé y aquí estamos, con pocas herramientas de más para florecer y ramificarme salvo si recorro como un helicóptero persiguiendo a mis fugitivos (como en Figures in a Landscape) y me auto-destruyo revelándome. Tal vez la universidad y su estilo de escritura me ha lobotomizado una vez más. A veces pienso que debo pedir a gritos silenciosos que me traten con extremo cuidado, sin demasiados empujones, lo que en realidad me lleva a buscar el contacto de forma descontrolada, a buscar el amor 2.0. como si fuera agua de un manantial cuando “all i’ve ever learnt from love was how to shoot somebody who outdrew ya”, y con sedimentos de cartografías frankestinianas de productos culturales del siglo XX definiéndome los límites, unsurprisingly made by men, tiro y resisto, esperando a que Cris salga de su charla con Magda para tirar pa casa, coger la guitarra, cantar hasta permitirme el llanto o pulsar el interruptor diferencial de mis apagados plomos y volverme a hacer, un día más, con la primera luna nueva de este año de mayoría de edad del tercer milenio. Cuando era pequeño pensaba que vivíamos dentro del planeta tierra y que el cielo era un extraño techo pintado. La gravedad me ha jodido. Disculpen las mentiras.

Younger Dryas: Bienvenidxs al fin del año en otoño

Escribo para darme sentido. Escribo como si escribir fuera una variación infinita de lo mismo, de mí mismx; también de las oes encerradas en mí, o tras ‘mí’, o cubriéndome como me cubre el pelo la cara cada cinco días; también de las variaciones que se anulan cuando necesito mostrarlas. Escribo por miedo a perder la cordura (de nuevo); de nuevo, si es que algún día tuve acceso a tal cosa, como si fuera un amuleto poderoso, un chip portátil cuyo extravío conlleva inhabilitación inmediata, como si el brazalete imaginario que nos rodea el cuello se pusiera a emitir pitidos y luces infra-rojas para atraer a los drones que serán los encargados de discipligularnos.

Reformularé estas palabras-indicadores-espacios para que se adentren en la tierra y nos penetren con sus raíces sonoras, lo haría al menos, si hoy pudiera conectarme lo suficiente con cualquier(_cos)a: con otros cuerpos, con mentes flotantes en libros y películas, con fantasmas, con las estrellas… Pero deambulo de un lugar a otro en este cuarto, como una abeja eléctrica que sufre extraños espasmos con los que goza. Gozo al planificar la destrucción de mi gozo planificado, pero es un gozo húerfano e intermitente, dura lo que dura una calada.

Escribo cuando no me valido. Escribo para buscar some kind of validity en el sentido que se crea al escribir (a veces), hecho materia a través de píxeles negros que colorean letras, y que traigo a teclas y revuelvo al poder borrar. Mis dedos toquetean mis redes sinápticas (¿mías?) porque, torpe attempt, es la única manera (a través de meter la garza y removerme a cinco en donde sea oscuro que no veo) de sentirme-a-mí, sintirmi las uñas y las llemas intentando reconocerse en mi sistema nervioso desde fuera. Como si éste último fuera un monstruo cautivo en un desván, me acerco con sigilo pero tomo notas de todo lo que veo sin dudarlo, con una profesionalidad poética terrorífica, por no atreverme a hablar de algo o alguien que no sea yo, no vaya a ser que les marque un destino o me ancle yo aún más, como si mis llemas-dedos-neuronas fueran el universo (¿sin tiempo?).

Rita Segato ofrece una hoja de ruta lacaniana a través de cuatro conclusiones para poder entender la psicología de los hombres, por tanto máscaras-personas del poder hecho carne, agresores en potentia, seres nacidos para la dominación a través de su asignación; en concreto, violadores: Segato entrevistó a 16 presos en profundidad en la cárcel brasileña de Papuda entre 1994 y 1995. Ese es el destino profético del arquetipo masculino: la racionalidad reguladora que se oculta a sí misma su divinidad diabólicosuprema, el perfecto fucking assemblage para el crimen perfecto baudrillardiano del fin del mundo en un random click virtualviolento, el intento a-tiempo-real de controlarlo todo; no solo la abstracción a través de la metaconsciencia paranoica bucleicla sino el efecto en lo demás, lxs demás, las demás. Sobre todo, más que un destino, es una práctica, una puesta en práctica de las capacidades de uno para controlar, destruir o regular lo creado y todo lo que se le resista, que necesita respuesta inmediata que configurará el next move: 1. Narcisismo masculino (“elaborado por Kaja Silverman, 1992”), 2. Self-fulfulling prophecy, 3. Pasaje al acto-“agresión auto-referida a través del otro” y 4. Búsqueda desesperada de madre genérica. (Principios elementales de la violencia 2003, 45-46). La materia lo siente (pero la materia no se disculpa).

¿Y si mi búsqueda de un dispositivo que mida el becoming vampire en realidad es proyección de mi dispositivo regulador para detenerme-como-vampiro que es en realidad vampiro en sí(como causa)? ¿Y si el dolor que he sentido me ha invalidado hasta tal punto que ya es irreversible? ¿Irreversible? De repente pasar a mi intimidad me bloquea hasta tal punto que me releo, perceptible ante algún tipo de composición que refleje algo más que mi uncomfortableness por decidir necesitar escribir cuando soy medium, aquí en este escaparate que seguro que miles de personas leen diariamente para tomarse su café. Escupirán sobre el cenicero como cabras escupientes y ahí estaré yo con mi sonrisa y un plus rosa en la frente.

Realmente que me irrita la transparencia de ciertas perversiones alevosísicas al caos, el binomio-todavía-por-destruir de positivo/negativo y de tú/yo que pulula por todas partes, sobre todo con máquinas de por medio, pero también en nuestra virtualidad historiográfica intersubjectiva europhea. Me pregunto inocentemente si acaso la gente piensa que otros cuerpos como nosotrxs, nuestrxs ancestrxs, la tribus y manadas de humanxs nómadas que habitaron la tierra durante cien mil años antes de que… ¿de qué? ¿De que un ansia comenzara a perturbar una especie de milesdeaños de lo mismo, terrible mismo, inhumano mismo sin la gracia de ver una máquina extraterrestre que camufla su dependencia cada cinco minutos, sino: cueva, grupo, caza, utensilios, tierra, arte, tormentas, fuego, criaturas, muerte a los treinta años, supuesto exterminio de neandertales (el último esqueleto data del 28.000 a. C. y fue hallado en Portugal, Clive et all, Nature 443, 2006)?

Lo intentaré de nuevo: antes de las tribus sedentarias en poblados con sus casas y sus tumbas y su magia, referencia imperial para todo tipo de “salvaje” u otro antropológico alrededor del cual el imaginario blancocéntrico que-se-cree-superior gira hipnotizado, “pre-industrial societies”, “pre-modern world” (Patricia Crone 2003)…, antes de los estados e imperios de China-Mesopotamia-Egipto-Etcétera, antes de lo que llaman el neolítico, hubo una glaciación, una Ice Age. Por entonces lxs animales hablaban inglés, y los elefantes y los tigres tenían relaciones homoeróticas de tequiero-temato que traían a la intelegibilidad animada el sueño gay blanco acomodado occidental, precisamente por la esperanza (lo que se espera) del deshielo: que dos hombres juntos y solos sean por fin capaces de cuidar de un bebé y ser padres: ¿no? ¿por ejemplo? ¿Reparemos? ¿No? ¿por ejemplo? ¿reparemos? (no? ¿por Ejemplo? ¿reparemos?) -> ad infinitum. Genial, siglo XXI, gracias.

Como para Tolkien, estamos en la última etapa del periódo Cuaternario. Ha habido cuatro grandes glaciaciones, dicen los expertos, en la Tierra. La última fluyó hacia un rollo “post-glacial” en torno al 10.000 a. C. (Younger Dryas) antes de la llegada de JesuCristo al planeta tierra, -10.000, los años oscuros de la prehistoria, a veces poblados, scientifically 1st según paranoicos homosociales del siglo XIX, por tribus matriarcales salvajes que los atenienses se esforzaron en destruir y en denigrar porfinparasiempre (creían) mientras Atenea perdonaba a Creonte por matricidio; y aquí estamos: la reforma del calendario del papa Gregorio XIII nos patrocina el tiempo desde 1582. En el periódo climático postglacial. El 17ª año de la primera centuria del segundo milenio positivo en el axis de la positividad : ) Bienvenidxs al fin del año en otoño, las hojas caen en Europa, damas y caballeros y monstruos. Abróchense los chubasqueros. Tenemos un padre: el hombre de Cro-magnon. La madre será entonces la tierra que les permite la alquimia del carbono 14 a esos héroes anti-anónimos que se inventaron la Historia, pero omitámoslo, objetifiquemos cuerpos para significar todo lo que omitimos y celebremos como cada dia la víspera del Apocalipsis (esto es equivalente a “ser positivx”). Nuestros órganos tienen los nombres de los hombres que, descuartizando cadáveres, los explicaron y definieron (el Cabinete de la Dra Caligari dixit).

Utrecht

“‘Cause you’re the child and I’m the wings”

Escucho a Inés cantar mientras me digo: dale, escribe, comparte tu self-imagen de alguna forma para facilitar el reflejo. Love always blossoms in secret connections, y yo me pregunto si es amor lo que siento con A. o es pura proyección de mi necesidad de confirmación.

Si mi amor a mí mismx es esa proyección, ¿que sea hasta que explote? ¿Que se transforme con cierta confesión?, que en realidad acerca, no voy a engañarme, me acerca a mí también y me aclara las posibles expectativas, que no dejan de ser triquiñuelas para cegarnos con la idea de controlar lo que pasa, al menos para mí, aquí, un sábado al mediodía con cielo gris y lluvia frecuente, con frío húmedo que me hace olvidar escribir.

Llegué a Utrecht hace poco más de un mes y estuve dos semanas viviendo en casas hasta que encontré la mía. La gente holandesa es curiosa y extraña, parece que esconden su pasado ancestral como habitantes silenciosos y embarrados de las tierras bajas, de las ciénagas y de los bosques, pelirrojos y altxs como el demonio algunxs para encontrarse en la niebla. La verdad es que me saturo con tanta historia. Me pregunto si ando dependiente de un espejo que yo creo para permitirme conectar con la música, me pregunto adónde llevará tanta implicación sin filtro con tantas personas a través de mis supuestas e intuitivas abilidades para involucrarme y ayudar. Me pregunto cómo será estar entre los árboles y escuchar la lluvia, cómo estará el mar. Viajar en este país es extremadamente caro (salvo para lxs holandeses) y finding the healing en lxs demás se puede convertir en una búsqueda desobitada de confirmación, así que con la calma, me digo, sin prisa, con el placer de aguantarme solx, de ver un árbol desde mi ventana y de haber podido contemplar el sol en mi viaje a Kannalstraat para comprar frutas y verduras, aunque era un pequeño circulito del tamaño de una avellana.

Me pregunto cómo están mis hermanas, mis hermanxs de la península histérica y de otros lugares aún más histriónicos del planeta tierra. Os pienso y os tengo presentes. Aunque me esté costando desprenderme del sueño alrededor de media hora, tengo energía para prenderle fuego a un rascacielos e intento cuidarme lo mejor que puedo. Queremos organizar un Witch Festival de dos o tres días en octubre, en la okupa/centro social habitado de Ravellaan y me pregunto si las estrellas coincidirán para que Inés toque su música. Me resbala el sudor frío de sentir el peso que carcome del simulacro, pues esta es la tierra del simulacro, esta Europa orgullosa y traumatizada por la última guerra, blindada en su enfermiza palidez, sala de reuniones de la vieja aristocracia psicópata mundial. Me pregunto cuántas personas deciden irse de aquí porque han olvidado que la ilusión radical de una revolución mágica que transforme el ansia de destrucción (sin planes de desarrollo de ningún tipo, por Dios) es el starting point de cualquier fighting healing performance. Me pregunto hasta que punto nuestra dignidad se restriega pisoteada entre botas de cuero al intercambiar afecto con máquinas planas y frías y al decidir con ellas focalizar nuestra atención meta-referencial (mimeti-Zar/Ser) en momentos extremos, donde el teatro se explicita y se comenta para llegar a lo mismo sin decir nada más que lo que dice, sea esto cualquier espectáculo de “artes”, cualquier diálogo que se extienda, cualquier suceso que parezca reivindicar que la nada del Ende no es invencible. Esa es su trampa, su filtro, si simulacro: exponerse al público, objetificarse al visibilizarse y asomarse a las posibilidades de lo socialmente inteligible. Lo socialmente inteligible es una red sintética de vampirxs, puesto que solo la muestra de poder nos legitima. ¿Y lxs que están muriendo, lxs que hablan bajo, lxs que no hablan? Definitivamente, la academia debería callarse en vez de creerse con la habilidad de traducirles. Pero también deberíamos callarnos todxs lxs demás y escuchar, en realidad debería callarme yo, qué digo, formulando sutiles decretos… la lluvia habla pese a su acidez y su determinación de anular las sonrisas de plástico de la gente robotizada.