Fumo monstruos

mayo/2015

El monstruo de cien caras

está ahí fuera

supura el llanto encerrado

de este laberinto

engrandecido al infinito

por salvajes arbustos

que tapan sin piedad

los caminos cuyo tránsito

imagino,

hasta que pinchan

los tonos ácidos

que escapan entre colmillos,

hasta que me agarra el rostro

y me aterroriza los cimientos.

Me fumo envuelta en mis venas

la sangre verde y marrón

del monstruo

que vende ojos sueltos por las esquinas

Utrecht

“‘Cause you’re the child and I’m the wings”

Escucho a Inés cantar mientras me digo: dale, escribe, comparte tu self-imagen de alguna forma para facilitar el reflejo. Love always blossoms in secret connections, y yo me pregunto si es amor lo que siento con A. o es pura proyección de mi necesidad de confirmación.

Si mi amor a mí mismx es esa proyección, ¿que sea hasta que explote? ¿Que se transforme con cierta confesión?, que en realidad acerca, no voy a engañarme, me acerca a mí también y me aclara las posibles expectativas, que no dejan de ser triquiñuelas para cegarnos con la idea de controlar lo que pasa, al menos para mí, aquí, un sábado al mediodía con cielo gris y lluvia frecuente, con frío húmedo que me hace olvidar escribir.

Llegué a Utrecht hace poco más de un mes y estuve dos semanas viviendo en casas hasta que encontré la mía. La gente holandesa es curiosa y extraña, parece que esconden su pasado ancestral como habitantes silenciosos y embarrados de las tierras bajas, de las ciénagas y de los bosques, pelirrojos y altxs como el demonio algunxs para encontrarse en la niebla. La verdad es que me saturo con tanta historia. Me pregunto si ando dependiente de un espejo que yo creo para permitirme conectar con la música, me pregunto adónde llevará tanta implicación sin filtro con tantas personas a través de mis supuestas e intuitivas abilidades para involucrarme y ayudar. Me pregunto cómo será estar entre los árboles y escuchar la lluvia, cómo estará el mar. Viajar en este país es extremadamente caro (salvo para lxs holandeses) y finding the healing en lxs demás se puede convertir en una búsqueda desobitada de confirmación, así que con la calma, me digo, sin prisa, con el placer de aguantarme solx, de ver un árbol desde mi ventana y de haber podido contemplar el sol en mi viaje a Kannalstraat para comprar frutas y verduras, aunque era un pequeño circulito del tamaño de una avellana.

Me pregunto cómo están mis hermanas, mis hermanxs de la península histérica y de otros lugares aún más histriónicos del planeta tierra. Os pienso y os tengo presentes. Aunque me esté costando desprenderme del sueño alrededor de media hora, tengo energía para prenderle fuego a un rascacielos e intento cuidarme lo mejor que puedo. Queremos organizar un Witch Festival de dos o tres días en octubre, en la okupa/centro social habitado de Ravellaan y me pregunto si las estrellas coincidirán para que Inés toque su música. Me resbala el sudor frío de sentir el peso que carcome del simulacro, pues esta es la tierra del simulacro, esta Europa orgullosa y traumatizada por la última guerra, blindada en su enfermiza palidez, sala de reuniones de la vieja aristocracia psicópata mundial. Me pregunto cuántas personas deciden irse de aquí porque han olvidado que la ilusión radical de una revolución mágica que transforme el ansia de destrucción (sin planes de desarrollo de ningún tipo, por Dios) es el starting point de cualquier fighting healing performance. Me pregunto hasta que punto nuestra dignidad se restriega pisoteada entre botas de cuero al intercambiar afecto con máquinas planas y frías y al decidir con ellas focalizar nuestra atención meta-referencial (mimeti-Zar/Ser) en momentos extremos, donde el teatro se explicita y se comenta para llegar a lo mismo sin decir nada más que lo que dice, sea esto cualquier espectáculo de “artes”, cualquier diálogo que se extienda, cualquier suceso que parezca reivindicar que la nada del Ende no es invencible. Esa es su trampa, su filtro, si simulacro: exponerse al público, objetificarse al visibilizarse y asomarse a las posibilidades de lo socialmente inteligible. Lo socialmente inteligible es una red sintética de vampirxs, puesto que solo la muestra de poder nos legitima. ¿Y lxs que están muriendo, lxs que hablan bajo, lxs que no hablan? Definitivamente, la academia debería callarse en vez de creerse con la habilidad de traducirles. Pero también deberíamos callarnos todxs lxs demás y escuchar, en realidad debería callarme yo, qué digo, formulando sutiles decretos… la lluvia habla pese a su acidez y su determinación de anular las sonrisas de plástico de la gente robotizada.