did you ever believe the lies that you told

Nederlands ha amanecido con una tormenta tornadosa que ha hecho volar a la gente por los aires, bicicletas incluidas (dicen). Mientras la idea de que mi cama es el lugar más cómodo del universo se consolida, recuerdo dormir en pisos y en la tierra y descansar lo suficiente como para levantarme sin cansancio, y no es que me levante con él porque duermo horas y horas y horas e intento atrapar mis sueños como reliquias de mi imaginación que me indexen algo propio, a ser posible no demasiado contaminado (por colores concretos o por bucles). He soñado con Andresito y con mi familia y resulta que al final solo recuerdo momentos concretos, casi como me ocurre con los sucesos que me atraviesan en la waking life, por ejemplo: en una conversación con varias personas en la cocina de Ravellaan antes y después de otros sucesos que se disuelven al despertarme recuerdo tocar una mano, casi por error, y sentir algo bonito y mirar unos ojos y alimentar, todavía un poquito más, esa dimensión esquizofénica del amor-a-uno-no mismx que lleva desde los seis años caletándome las calderas de mi plexo solar, maquinizadx mi pecho para poder lidiar con mis años encima y el patio amurallado con piscina en el que me crié como una gallina correteando y jugando a juegos de todo tipo, y por qué me daría a mí para mobilizar todo tipo de artilugios románticos en edad tan temprana y en especial tras darme cuenta de que una finalidad sería del todo suicida, o mejor, tras darme cuenta de que no hay finalidad en ese amor (amor 2.0., digamos), sino una experiencia espectacular, una fiesta hormonal de espejos móviles y cristalinos en los que la luz difracta y nos baña con el calor del otro (unos ojos bonitos, etc.).

Los días en Utrecht transcurren parecidos, con breves destellos del sol, aguados y precoces. Quiero verme en la cueva de Luis y con las primas en Granada y observar morbosamente mi ansioso cuerpo hasta dar con un pattern que me impulse a diseñar un juego de curación que me transforme. Aquí me cansé de intentarlo, triste de mí saber que este maldito país ha podido convertirme en alguien huidizx que mira con miedo confuso a otras figuras que se mueven, y es que no pelo los tomates que compro en la frutería y tal vez los sigan regando con arsénico o sulfuro, o con agua residual con cocaína u otra sustancia aún más letal y tentadora. La vida entendida como el éxito: una estela que destella en el cielo hasta que la apaga la distancia, una estela que se mueve programada, el orgullo del control ontologizado que cuadra con mística maestría con las gramáticas que nos disponen a hacernos vida. Sería poco apropiado hablar de mi vida como un regalo o una misión intergalática a secas, un fenómeno ligado a todo lo demás vivo y muerto, animado aun así por nuestras imágenes, cuando transito con pocas claves respecto a quién impulsa mi andar. La sospecha de albergar un algoritmo en mis articulaciones que decide por mí a qué centro de indeterminación acercarse, dejarse acercar, dejarse afectar, me anula. Llevándolo a un discurso más simple podríamos hablar de falta de autoestima y otras figuraciones light popcológicas del yo pero de verdad que no me interesa el yo salvo como yoyó, yo deslocalizado en su sombra, tecleándose mutante en este diario de insatisfacciones cognitivas que me da por compartir con el propósito descabellado de afectaros con mi deslocalización, de mostraros rutas para sospecharos sin demasiadas lesiones. El yo es una ilusión porque mis átomos siempre fueron tuyos y porque tú eres un par de signos que presumen incluírte en lo que sea que yo me excluyo… así que la promesa de mostrar es monstruosa sin duda, una leve dosis irónica en estos tiempos cibernéticos que se añade a otros tropos que recreo para legitimarme como estrella canina. Otra imagen de mis sueños aparece: un perro que debería ser Chavo pero que es mucho más grande olisquea detrás de una puerta, donde un gato negro se ha escondido haciendo una bola al percibirle. El perro intenta meter su hocico en la bola y acaba mordiéndole la cabeza al gato, que parece no reaccionar, quizá porque es viejo o joven, quizá porque no estaba ahí para ser gato porque en realidad su forma cambiaba y también su color negro que cuando se hizo bola era pardo claro, y yo me acerco intentando no causar más trifulca porque el perro juega con la bola como si fuera una pelota cualquiera y acabo separándole la mandíbula diciéndole palabras bonitas, y si cada elemento medianamente individualizado en mis sueños se refieren a mí, de verdad que no entiendo mi función, el límite al infinito y el empeño de cruzar axis me confunden: mi ‘segunda vértebra cervical’ está en stand by, en un programa de reposo prolongable de bajo caché.

La vida entendida como axis: articulación de cuerpos que rotan – rotos todos, cuerpos rotos que se vinculan según las agendas y la gravedad y las permisiones de Chronos, rotan los cuerpos para bailar la música del universo, de los átomos tomándose menos aires de supremacía aunque juegen a separarlos para extraer energía, y es que eso hacen: en todos los empeños para nucleizarnos hay potencias afectivas que se comercializan (Preciado lo llama potentia gaudendi del Spinoza aunque seguramente se refiera a otra cosa), puesto que siempre va a ayudar un café o una birra tras una discusión, un porro para calmar el día de curro y el viaje en metro, una serie en la cyber-tele de cable para atontarse del todo y dormir, una noticia de algo que ha ocurrido, una llamada de teléfono para hablarnos, un maldito wasap, ciber-sexo a la carta homonormativo, unas vacaciones relajadas en algún país del sur explotado por el turismo blanco… El calor tiene precio y el frío es como el infierno cristiano, una figuración que se encarna y aterra pero que no tiene lugar para establecerse en términos relacionales, y decir simplemente que por estas razones hoy estoy triste y medio enrarecidx es decir lo mismo que llevo escribiendo desde que empecé a escribir, disculpen potentia ‘lectora’ users por encontrarse con este largo vómito hecho palabras cuando podría estar escribiendo encantamientos e historias para mobilizar nuestras energías libres (o trabajos de la universidad), para invitaros a descomercializaros y a respirar. Tampoco es que ese fuera mi propósito. Durante años ‘llevaba’ un fotolog y un blogspot en los que fragué mi identidad emo-wannabe adolescente con textos algo crípticos y referencias indirectas a mis objetosujetos de amor 2.0., comunicándome con ellxs a través de la red, de las ideas y textos, o sea que así me practicé y aquí estamos, con pocas herramientas de más para florecer y ramificarme salvo si recorro como un helicóptero persiguiendo a mis fugitivos (como en Figures in a Landscape) y me auto-destruyo revelándome. Tal vez la universidad y su estilo de escritura me ha lobotomizado una vez más. A veces pienso que debo pedir a gritos silenciosos que me traten con extremo cuidado, sin demasiados empujones, lo que en realidad me lleva a buscar el contacto de forma descontrolada, a buscar el amor 2.0. como si fuera agua de un manantial cuando “all i’ve ever learnt from love was how to shoot somebody who outdrew ya”, y con sedimentos de cartografías frankestinianas de productos culturales del siglo XX definiéndome los límites, unsurprisingly made by men, tiro y resisto, esperando a que Cris salga de su charla con Magda para tirar pa casa, coger la guitarra, cantar hasta permitirme el llanto o pulsar el interruptor diferencial de mis apagados plomos y volverme a hacer, un día más, con la primera luna nueva de este año de mayoría de edad del tercer milenio. Cuando era pequeño pensaba que vivíamos dentro del planeta tierra y que el cielo era un extraño techo pintado. La gravedad me ha jodido. Disculpen las mentiras.