Ares (shake it out)

Se despertó y todavía refulgía la sombra del sueño marchándose por la puerta en el espejo, que olvidó tapar con el pañuelo, como cada noche que dormía en la habitación principal. Me levanto y llueve insistentemente. Se despertó en la habitación principal y todavía refulgía, como cada noche, el pañuelo del espejo en la puerta del sueño, que olvidó tapar para olvidar, pues dormía sin compañía principal. Me fumo un piti escuchando I’m Wide Awake It’s Morning. Se calzó anteojos y calcetines en los ojos para resguardarse del frío gélido del caserón. Canna no estaba en casa y yo había ido previamente a buscarla cuando me desperté: no la encontré y me empapé.

Se despertó y no había amanecido hasta que los ladridos de las cachorras alumbraron los pasillos, todavía oscuros por el vendaval saturniano del otro día. El altercado vino dando el paseo con Canna y Sico por encontrármelos y que casi me multaran (¿me han multado?). Se calzó las sandalias y se fue a caminar y a comprar el pan. Tuve que arrancar tres carteles que había pegado semanas atrás en la farmacia, el estanco y en una pared ofreciéndome para ayudar a quien lo necesitase. Pasó por el banco y por el muro con los carteles de los cursos para policía municipal, que crecían por la región como el moho crece en los lugares húmedos. Párate. Serena ese andar o harás sospechar al sheriff del pueblo, que sufrió en solitario una gripe en el pico de los contagios coronavíricos pero, al no tener fiebre, no pasó siquiera una prueba para saber su estado, siguiendo recomendaciones de su superior, y su esposa le estuvo dejando una bandeja con las comidas en la puerta del dormitorio doble de su hijo el ingeniero de caminos que vive en Málaga durante ocho días para que siguiera patrullando y multando. La comida riquísima: verduras al horno con bechamel vegana y ensalada del huerto. Su estado es el español, y también el de la alarma… como cada mañana, por veinticuatro años, se despierta y al trabajar se alarma al ver caminantes sin guantes y sin rumbo; les detiene e inquiere, adónde vas, de dónde vienes, usted sabía que la seguridad es lo primero, le haré un aviso de sanción por si se le ocurre salir así de nuevo… Me olvidé de anotar qué desayuné (:minitostadas con tomate, ajo y crema de cacahuete) y que, antes de todo, incluso de que Canna volviera a casa empapada, hice un fueguito en la chimenea y ordené el salón. El madero en cambio ensaya diariamente frases intimidantes por lo bajo mientras conduce, mirándose de reojo en el espejo retrovisor central, en el que se encuentra con sus cejas peludas y sus ojos azul chato y con la mascarilla de tela que le regalaron las vecinas (que lleva sin lavar tres días). Al despertar estaba algo malhumorade y al volver del pan, etc., me fumé un porro.

Eso pensaba al cruzarse con su coche patrulla al salir de la panadería y se preparó una coartada (que había salido a comprar el pan) por si las moscas, aunque el madero tenía cosas más importantes que hacer, como visitar el Juzgado de paz. Luego hice yoga con Luna y fue genial. Su esposa, la noche anterior, tras tres días seguidos con fiebre y sensación de asfixia, le había pedido el divorcio. Esto de repasar los acontecimientos del día es un curro. No sabía si podría interrumpir el proceso internándola en caso de que tuviera el virus, por eso iba a preguntarle a Ramón, el juez del pueblo, que no parecía estar en su oficina porque el policía estuvo esperando un rato hasta que se perdió de vista. He hecho un bizcocho de almendras y limón. Dejó el pan en la casa y salió con las dos perras a dar un paseo por el camino del monte. He calentado agua para limpiar mi ropa interior y ducharme antes de cenar. A la vuelta, tras dudar entre continuar el paseo o no y optando por volver “por si acaso”, se encontró con Protección Civil, indignada ante la osadía de llevar perras sueltas en plena pandemia. También fui a por cuatro garrafas de agua a la fuente; una sopa de verduras bullía mientras tanto en la cocina. Comenzaron un debate calórico respecto a las raíces del asunto cuando un gran trueno retumbó entre las colinas. A lo largo del día doy de comer a Canna cualquier cosa: zanahorias, su arroz con lentejas, sopa, fruta, almendras… está siempre hambrienta, la pobre, alimentando a siete criaturas. En el cielo se formó entonces un movedizo torbellino verdeoscuro y eléctrico que comenzó a acercarse hacia elles, por lo que salieron corriendo hacia el surco de un río seco y se refugiaron bajo los árboles. Allí, tiritando de frío, con esos dos hombres cincuentones voluntarios y las dos perras asustadas pero lejos de la nube, recordó el sueño de la noche anterior en la que me decías por primera ve que habías estado tres años encerrada en un zulo, asuntó que me paralizó. Uno de los hombres trató de usar su móvil para filmarla y una ventisca inesperada tiró el aparato a decenas de metros. También recordé la visita de una bruja que me mostraba la palabra para invocar a los portales interdimensionales (algo parecido a ‘arandaga’).

Se despertó de una siesta en la que no durmió y el cielo había vuelto a la normalidad: ocupadas nubes, cruces de caminos de ráfagas de viento, pájaros y drones, aviones y satélites, ovnis y murciélagos… La nube verdeoscura debió mutar en un agujero de gusano, porque había comprado pan y comido la bechamel; había paseado con las perras hasta que les interrumpieron. Optó por continuar: calzarse y fumar, comer y ducharse, limpiar y conversar, cantar y dolerse, respirar, soñar y despertarse en abril, una vez más.