Apología (sick) profética

Te pido perdón
por no poder sonreírte por la mañana.

Esa mañana en la que tú te empeñaste en esperarme 
y yo en sujetarte la puerta 
hasta que tus dedos la rozaran también:
es que el tiempo era un demonio de fuego 
que andaba pisándome los talones
y temía abrasarme ahí mismo,
entre las paredes amarillas 
y los anuncios de publicidad,
al lado de las máquinas.

Caminé tantas veces a tu lado sin estar,
perdón por hacerte retraer a experiencias lejanas 
o no tan lejanas
de desprecio e indiferencia,
o de profunda compasión.
Yo me sostenía entonces en una barra de madera estrecha
que cruzaba rascacielos interminables,
muerte de frío allá arriba,
llegándome el eco de tu voz
en sobres herméticos 
con tu retrato de carné,
tu cara borrosa
gesticulando sonrisas de superestrella
o de madre o de cómplice,
con tus ojos cerrados pero abiertos
tratando de decir algo
pero sin verme 
salvo en otras trenzas.

Allá arriba es como allá abajo:
el tiempo se congela,
in the waiting line 
el tiempo se congela,
el tiempo quema y se congela a la vez;
los músculos se mueven sólo por inercia,
los ruidos son ensordecedores...
Y si decidía parar, sentarme
y acurrucarme en mis manos gigantes
notaba las tuyas zarandeándome,
en potencia o en recuerdo,
suficiente para sentir la punzada
de la piedra negra que explota en el ombligo,
las serpientes comiéndome los sesos,
las voces aplastándome contra el suelo.

Tan fácil como sonreírte
y tan difícil como explicarte
que por entonces todo era un sueño de un sueño
se ríe el sueño a lo bajo,
todo era un reflejo del movimiento jugando al escondite
y tu cara no podía ser más real que la mía
porque la mía era una máscara uniforme
grisácea y verde oscura.
Te pido perdón
por quizá haberte dado formas
para encauzar tu rabia y tu enajenación
y por haber continuado
la saga épica de caracteres y enfados
y discusiones y razones de mierda,
enormes mierdas ante las que los demás
sólo callan para continuar.

[So re a(l)mí y alx *]


16/11/2013