Hoja de Reclamaciones Noosféricas VIII

Estoy en la cafetería de ingeniería de la universidad de Granahjda digiriendo un poco de realidad mañanera que se convierte en tarde (dos de la tarde, cuatro de la tarde). Siento como si fuera un zumbido la virtualidad de estancarme en la silla de dentro/fuera y no despegarme jamás. Es una idea triste la de no saber qué hacer y no saber dónde estar para no saberlo, la de no saber qué escribir también, como si fuera necesario el qué. Vaciarme de palabras, seguro.

Lo de venir a este lugar a vomitar es de sobra recurrente así que evitaré autoexcusas introductorias de más. Especialmente cuando inspeccionar mi consciencia no puede reducirse a reportar mis bucles solamente. Llevo en Granada poco más de un mes y tal vez hoy hubiera amanecido de otro color si la bendita lluvia se hubiera detenido antes, y cómo no celebrarla aunque haya interrumpido nuestro settling cuevero si la tierra está seca y pide mojarse. Yo al menos la siento así porque así me siento, tras empaparme de vapor de agua y de humo y de bonita y atormentada compañía en Utrecht. Mis delirios mutantes con chicos heterosexuales merecen tal etiqueta porque irrumpen en mi cotidianeidad como si de un manantial se tratase. Tal vez celebre demasiado impetuosamente, porque cómo celebrar este privilegio perceptivo cuando tras tanta lluvia las murallas de la Mente Heterosexual se muestran desnudas y casi carentes de fisuras. Destruir muros no es un hobby sino una urgencia, una necesidad urgente que nos recorre a muchxs de muchas maneras. Más allá de la duda de que mi manera sea dibujo y no escalera, inspección sugestiva sin golpe, que mi deseo me lleve a cul de sacs hediondos por mi propia basura acumulada malamente, me revela un pattern que me congela, en él y por él congelade como un cubito de hielo. Que me derrita me desempodera y qué mejor momento para reconocer mi potencia que en sequía, pero llueve y llueve y mis raíces se tambalean entre el barro de la tierra que es mi cuerpo, tal vez demasiado atravesado por huesos y articulaciones cuyas estatuas habituales me invitan a habituarme a algo que no puedo más que tildar de vampírico por la extracción que supone.

Me cansé de embellecer cada flechazo cuando todavía entre mi carne hay puntas afiladas de metal que o no localizo o decido conservar nostálgicamente. Puede que el enamoramiento auto-generado que destinamos a la extinción, como si de un pedido erróneo se tratase, sea menos cómplice con la dominación planetaria que la conexión recíproca y correspondida, al menos cuando ésta se asenta como un plan a estirar sobre la superficie de lo real (un mapa impuesto sobre la superficie que representa, postmodernxs dixit). A veces justifico mi recurrencia a dejarme fluir en esta intensidad maravillada que permito activar a través de cuerpos opacamente atractivos, chicos que pululan entre el sentido común y el cosquilleo de lo desconocido, como si esta época nos aportara suficiente leña como para calentar nuestros fuegos para ese juego cuando el mero juego de tocarse con cariño y suavidad se nos prohibió tajantemente hace centurias. Yo invoco un laberinto heredado que se despliega a través de ellos para ellas; encuentro los vectores como hologramas y los recorro medio a escondidas, convirtiendo la intuición de que esas son sendas poco welcoming para mí en decretos para callarme y taponar mi deseo. Dejarnos sentir lo que sentimos no es una cesión sino una batalla, porque en nuestros cuerpos hay máquinas diseñadas para interferir en nuestra caótica tendencia a la armonía. Pero de quién hablo cuando tantos seres civilizados venderían a sus progenitorxs, abuelxs e hijxs por la cristalina experiencia del plástico. Nos han hecho adictes a la velocidad del cambio que no cambia, a las plantas y al café con azúcar expropiados de Abya Yala, a devenir sin trabas cuando las trabas se nos inscriben (adictes al simulacro ansioso-eufórico entonces). Y a la vez nuestros cuerpos pueden zarandearse y desprenderse de los polvos de dominación con los que nos bautizan en nuestras sociabilizaciones, y también en toda situación donde se respira el putrefacto orden debidamente perfumado de las calefacciones y aires acondicionados con las que ambientamos nuestras temperaturas internas y externas. El frío de la pasión es fucking freezing, congela mi deseo como si realmente hubiera escogido un paquete experiencial insuficiente que se pudre en el congelador por mero olvido o imposibilidad de cocción. Mi imaginación solo reverbera lo que mi cuerpo siente porque es cuerpo en transformación, por mucho que la dimensión virtual hegemónica imponga a ciertas imágenes como garantes de algo en lo real y a otras no. La sola idea de modificar el estado de esas cosas por un deseo insatisfecho es aun más terrorífica, especialmente cuando las razones para crear espacios de libertad se encuentran inmanentemente y no a través de densas tramas bucleico-afectivas en las que vuelve a alzarse cierta desesperanza, cierta angustia moribunda de un cuerpo que no se entrega del todo a la mutación cíclica a la que la naturaleza nos invita cruda y gentilmente. Qué suerte poder sentirme agradecide ante las ocasiones que moldean mi ego vampírico sin piedad, puesto que éstas me retuercen sin miedo los nudos de energía que creo al no dejarme respirar los golpes a mi manera. Si mi memoria tramita experiencias a través de programas informáticos, olvidarme de cómo mi cuerpo se envuelve para actualizarme supone una deriva angustiosa como mínimo, auto-complaciente por tanto al desposeerme de la potencia para sanar. Esta localización, esta ilusión de una falta, responde a una realidad social en la que las quejas se hacen por escrito y debidamente formalizadas para que consten como fantasmas registrados, como este texto, así que alimento el bucle de la confesión, de la aclaración retroalimentada, como si el enamoramiento fuera (solo) un trip cósmico de entanglarme con cuerpos amurallados para ¿derrumbar piedras juntxs?, ¿observar voyeurísticamente nuestros vacíos centrífugos?, ¿transmitir mi virus de la pulsión a través de agotar la virtualidad del guarreo?, ¿jugar al hambre? Se trata también de una vergüenza inexplicable por mucho que la adorne con florituras, que tal vez recorra el esqueleto que potencialmente abandonaré al mutar esta primavera a través de venitas de cal por las que fluyen venenos variados que ahogan mi consciencia. Hasta que una ráfaga de viento sacude mi cara sin preguntar y el juego de la sexualidad se funde con todos los demás. Hasta que muto y me desplazo de esta percepción que me percibe, subsidiaria de un yo que pretendo destruir para convertirlo en lo que es: y, o, yo en asociación con todo sin un plan configurado pero desde un plano que irremediablemente me configura y lo hará por mucho que justifique mi abatimiento con temporales pactos con el poder, a mí y a lxs demás, ¿o no? Me pregunto si nos dará tiempo para descifrar, espero que en mi caso no dócilmente en el frame de mi maldita tesis, las nuevas formas de control que a través de los smart phones nos recargan para cargarse la vida en este planeta.

Algoritmo de Google y demás máquinas robóticas que indexan lenguaje en red: os desafío.

did you ever believe the lies that you told

Nederlands ha amanecido con una tormenta tornadosa que ha hecho volar a la gente por los aires, bicicletas incluidas (dicen). Mientras la idea de que mi cama es el lugar más cómodo del universo se consolida, recuerdo dormir en pisos y en la tierra y descansar lo suficiente como para levantarme sin cansancio, y no es que me levante con él porque duermo horas y horas y horas e intento atrapar mis sueños como reliquias de mi imaginación que me indexen algo propio, a ser posible no demasiado contaminado (por colores concretos o por bucles). He soñado con Andresito y con mi familia y resulta que al final solo recuerdo momentos concretos, casi como me ocurre con los sucesos que me atraviesan en la waking life, por ejemplo: en una conversación con varias personas en la cocina de Ravellaan antes y después de otros sucesos que se disuelven al despertarme recuerdo tocar una mano, casi por error, y sentir algo bonito y mirar unos ojos y alimentar, todavía un poquito más, esa dimensión esquizofénica del amor-a-uno-no mismx que lleva desde los seis años caletándome las calderas de mi plexo solar, maquinizadx mi pecho para poder lidiar con mis años encima y el patio amurallado con piscina en el que me crié como una gallina correteando y jugando a juegos de todo tipo, y por qué me daría a mí para mobilizar todo tipo de artilugios románticos en edad tan temprana y en especial tras darme cuenta de que una finalidad sería del todo suicida, o mejor, tras darme cuenta de que no hay finalidad en ese amor (amor 2.0., digamos), sino una experiencia espectacular, una fiesta hormonal de espejos móviles y cristalinos en los que la luz difracta y nos baña con el calor del otro (unos ojos bonitos, etc.).

Los días en Utrecht transcurren parecidos, con breves destellos del sol, aguados y precoces. Quiero verme en la cueva de Luis y con las primas en Granada y observar morbosamente mi ansioso cuerpo hasta dar con un pattern que me impulse a diseñar un juego de curación que me transforme. Aquí me cansé de intentarlo, triste de mí saber que este maldito país ha podido convertirme en alguien huidizx que mira con miedo confuso a otras figuras que se mueven, y es que no pelo los tomates que compro en la frutería y tal vez los sigan regando con arsénico o sulfuro, o con agua residual con cocaína u otra sustancia aún más letal y tentadora. La vida entendida como el éxito: una estela que destella en el cielo hasta que la apaga la distancia, una estela que se mueve programada, el orgullo del control ontologizado que cuadra con mística maestría con las gramáticas que nos disponen a hacernos vida. Sería poco apropiado hablar de mi vida como un regalo o una misión intergalática a secas, un fenómeno ligado a todo lo demás vivo y muerto, animado aun así por nuestras imágenes, cuando transito con pocas claves respecto a quién impulsa mi andar. La sospecha de albergar un algoritmo en mis articulaciones que decide por mí a qué centro de indeterminación acercarse, dejarse acercar, dejarse afectar, me anula. Llevándolo a un discurso más simple podríamos hablar de falta de autoestima y otras figuraciones light popcológicas del yo pero de verdad que no me interesa el yo salvo como yoyó, yo deslocalizado en su sombra, tecleándose mutante en este diario de insatisfacciones cognitivas que me da por compartir con el propósito descabellado de afectaros con mi deslocalización, de mostraros rutas para sospecharos sin demasiadas lesiones. El yo es una ilusión porque mis átomos siempre fueron tuyos y porque tú eres un par de signos que presumen incluírte en lo que sea que yo me excluyo… así que la promesa de mostrar es monstruosa sin duda, una leve dosis irónica en estos tiempos cibernéticos que se añade a otros tropos que recreo para legitimarme como estrella canina. Otra imagen de mis sueños aparece: un perro que debería ser Chavo pero que es mucho más grande olisquea detrás de una puerta, donde un gato negro se ha escondido haciendo una bola al percibirle. El perro intenta meter su hocico en la bola y acaba mordiéndole la cabeza al gato, que parece no reaccionar, quizá porque es viejo o joven, quizá porque no estaba ahí para ser gato porque en realidad su forma cambiaba y también su color negro que cuando se hizo bola era pardo claro, y yo me acerco intentando no causar más trifulca porque el perro juega con la bola como si fuera una pelota cualquiera y acabo separándole la mandíbula diciéndole palabras bonitas, y si cada elemento medianamente individualizado en mis sueños se refieren a mí, de verdad que no entiendo mi función, el límite al infinito y el empeño de cruzar axis me confunden: mi ‘segunda vértebra cervical’ está en stand by, en un programa de reposo prolongable de bajo caché.

La vida entendida como axis: articulación de cuerpos que rotan – rotos todos, cuerpos rotos que se vinculan según las agendas y la gravedad y las permisiones de Chronos, rotan los cuerpos para bailar la música del universo, de los átomos tomándose menos aires de supremacía aunque juegen a separarlos para extraer energía, y es que eso hacen: en todos los empeños para nucleizarnos hay potencias afectivas que se comercializan (Preciado lo llama potentia gaudendi del Spinoza aunque seguramente se refiera a otra cosa), puesto que siempre va a ayudar un café o una birra tras una discusión, un porro para calmar el día de curro y el viaje en metro, una serie en la cyber-tele de cable para atontarse del todo y dormir, una noticia de algo que ha ocurrido, una llamada de teléfono para hablarnos, un maldito wasap, ciber-sexo a la carta homonormativo, unas vacaciones relajadas en algún país del sur explotado por el turismo blanco… El calor tiene precio y el frío es como el infierno cristiano, una figuración que se encarna y aterra pero que no tiene lugar para establecerse en términos relacionales, y decir simplemente que por estas razones hoy estoy triste y medio enrarecidx es decir lo mismo que llevo escribiendo desde que empecé a escribir, disculpen potentia ‘lectora’ users por encontrarse con este largo vómito hecho palabras cuando podría estar escribiendo encantamientos e historias para mobilizar nuestras energías libres (o trabajos de la universidad), para invitaros a descomercializaros y a respirar. Tampoco es que ese fuera mi propósito. Durante años ‘llevaba’ un fotolog y un blogspot en los que fragué mi identidad emo-wannabe adolescente con textos algo crípticos y referencias indirectas a mis objetosujetos de amor 2.0., comunicándome con ellxs a través de la red, de las ideas y textos, o sea que así me practicé y aquí estamos, con pocas herramientas de más para florecer y ramificarme salvo si recorro como un helicóptero persiguiendo a mis fugitivos (como en Figures in a Landscape) y me auto-destruyo revelándome. Tal vez la universidad y su estilo de escritura me ha lobotomizado una vez más. A veces pienso que debo pedir a gritos silenciosos que me traten con extremo cuidado, sin demasiados empujones, lo que en realidad me lleva a buscar el contacto de forma descontrolada, a buscar el amor 2.0. como si fuera agua de un manantial cuando “all i’ve ever learnt from love was how to shoot somebody who outdrew ya”, y con sedimentos de cartografías frankestinianas de productos culturales del siglo XX definiéndome los límites, unsurprisingly made by men, tiro y resisto, esperando a que Cris salga de su charla con Magda para tirar pa casa, coger la guitarra, cantar hasta permitirme el llanto o pulsar el interruptor diferencial de mis apagados plomos y volverme a hacer, un día más, con la primera luna nueva de este año de mayoría de edad del tercer milenio. Cuando era pequeño pensaba que vivíamos dentro del planeta tierra y que el cielo era un extraño techo pintado. La gravedad me ha jodido. Disculpen las mentiras.

Younger Dryas: Bienvenidxs al fin del año en otoño

Escribo para darme sentido. Escribo como si escribir fuera una variación infinita de lo mismo, de mí mismx; también de las oes encerradas en mí, o tras ‘mí’, o cubriéndome como me cubre el pelo la cara cada cinco días; también de las variaciones que se anulan cuando necesito mostrarlas. Escribo por miedo a perder la cordura (de nuevo); de nuevo, si es que algún día tuve acceso a tal cosa, como si fuera un amuleto poderoso, un chip portátil cuyo extravío conlleva inhabilitación inmediata, como si el brazalete imaginario que nos rodea el cuello se pusiera a emitir pitidos y luces infra-rojas para atraer a los drones que serán los encargados de discipligularnos.

Reformularé estas palabras-indicadores-espacios para que se adentren en la tierra y nos penetren con sus raíces sonoras, lo haría al menos, si hoy pudiera conectarme lo suficiente con cualquier(_cos)a: con otros cuerpos, con mentes flotantes en libros y películas, con fantasmas, con las estrellas… Pero deambulo de un lugar a otro en este cuarto, como una abeja eléctrica que sufre extraños espasmos con los que goza. Gozo al planificar la destrucción de mi gozo planificado, pero es un gozo húerfano e intermitente, dura lo que dura una calada.

Escribo cuando no me valido. Escribo para buscar some kind of validity en el sentido que se crea al escribir (a veces), hecho materia a través de píxeles negros que colorean letras, y que traigo a teclas y revuelvo al poder borrar. Mis dedos toquetean mis redes sinápticas (¿mías?) porque, torpe attempt, es la única manera (a través de meter la garza y removerme a cinco en donde sea oscuro que no veo) de sentirme-a-mí, sintirmi las uñas y las llemas intentando reconocerse en mi sistema nervioso desde fuera. Como si éste último fuera un monstruo cautivo en un desván, me acerco con sigilo pero tomo notas de todo lo que veo sin dudarlo, con una profesionalidad poética terrorífica, por no atreverme a hablar de algo o alguien que no sea yo, no vaya a ser que les marque un destino o me ancle yo aún más, como si mis llemas-dedos-neuronas fueran el universo (¿sin tiempo?).

Rita Segato ofrece una hoja de ruta lacaniana a través de cuatro conclusiones para poder entender la psicología de los hombres, por tanto máscaras-personas del poder hecho carne, agresores en potentia, seres nacidos para la dominación a través de su asignación; en concreto, violadores: Segato entrevistó a 16 presos en profundidad en la cárcel brasileña de Papuda entre 1994 y 1995. Ese es el destino profético del arquetipo masculino: la racionalidad reguladora que se oculta a sí misma su divinidad diabólicosuprema, el perfecto fucking assemblage para el crimen perfecto baudrillardiano del fin del mundo en un random click virtualviolento, el intento a-tiempo-real de controlarlo todo; no solo la abstracción a través de la metaconsciencia paranoica bucleicla sino el efecto en lo demás, lxs demás, las demás. Sobre todo, más que un destino, es una práctica, una puesta en práctica de las capacidades de uno para controlar, destruir o regular lo creado y todo lo que se le resista, que necesita respuesta inmediata que configurará el next move: 1. Narcisismo masculino (“elaborado por Kaja Silverman, 1992”), 2. Self-fulfulling prophecy, 3. Pasaje al acto-“agresión auto-referida a través del otro” y 4. Búsqueda desesperada de madre genérica. (Principios elementales de la violencia 2003, 45-46). La materia lo siente (pero la materia no se disculpa).

¿Y si mi búsqueda de un dispositivo que mida el becoming vampire en realidad es proyección de mi dispositivo regulador para detenerme-como-vampiro que es en realidad vampiro en sí(como causa)? ¿Y si el dolor que he sentido me ha invalidado hasta tal punto que ya es irreversible? ¿Irreversible? De repente pasar a mi intimidad me bloquea hasta tal punto que me releo, perceptible ante algún tipo de composición que refleje algo más que mi uncomfortableness por decidir necesitar escribir cuando soy medium, aquí en este escaparate que seguro que miles de personas leen diariamente para tomarse su café. Escupirán sobre el cenicero como cabras escupientes y ahí estaré yo con mi sonrisa y un plus rosa en la frente.

Realmente que me irrita la transparencia de ciertas perversiones alevosísicas al caos, el binomio-todavía-por-destruir de positivo/negativo y de tú/yo que pulula por todas partes, sobre todo con máquinas de por medio, pero también en nuestra virtualidad historiográfica intersubjectiva europhea. Me pregunto inocentemente si acaso la gente piensa que otros cuerpos como nosotrxs, nuestrxs ancestrxs, la tribus y manadas de humanxs nómadas que habitaron la tierra durante cien mil años antes de que… ¿de qué? ¿De que un ansia comenzara a perturbar una especie de milesdeaños de lo mismo, terrible mismo, inhumano mismo sin la gracia de ver una máquina extraterrestre que camufla su dependencia cada cinco minutos, sino: cueva, grupo, caza, utensilios, tierra, arte, tormentas, fuego, criaturas, muerte a los treinta años, supuesto exterminio de neandertales (el último esqueleto data del 28.000 a. C. y fue hallado en Portugal, Clive et all, Nature 443, 2006)?

Lo intentaré de nuevo: antes de las tribus sedentarias en poblados con sus casas y sus tumbas y su magia, referencia imperial para todo tipo de “salvaje” u otro antropológico alrededor del cual el imaginario blancocéntrico que-se-cree-superior gira hipnotizado, “pre-industrial societies”, “pre-modern world” (Patricia Crone 2003)…, antes de los estados e imperios de China-Mesopotamia-Egipto-Etcétera, antes de lo que llaman el neolítico, hubo una glaciación, una Ice Age. Por entonces lxs animales hablaban inglés, y los elefantes y los tigres tenían relaciones homoeróticas de tequiero-temato que traían a la intelegibilidad animada el sueño gay blanco acomodado occidental, precisamente por la esperanza (lo que se espera) del deshielo: que dos hombres juntos y solos sean por fin capaces de cuidar de un bebé y ser padres: ¿no? ¿por ejemplo? ¿Reparemos? ¿No? ¿por ejemplo? ¿reparemos? (no? ¿por Ejemplo? ¿reparemos?) -> ad infinitum. Genial, siglo XXI, gracias.

Como para Tolkien, estamos en la última etapa del periódo Cuaternario. Ha habido cuatro grandes glaciaciones, dicen los expertos, en la Tierra. La última fluyó hacia un rollo “post-glacial” en torno al 10.000 a. C. (Younger Dryas) antes de la llegada de JesuCristo al planeta tierra, -10.000, los años oscuros de la prehistoria, a veces poblados, scientifically 1st según paranoicos homosociales del siglo XIX, por tribus matriarcales salvajes que los atenienses se esforzaron en destruir y en denigrar porfinparasiempre (creían) mientras Atenea perdonaba a Creonte por matricidio; y aquí estamos: la reforma del calendario del papa Gregorio XIII nos patrocina el tiempo desde 1582. En el periódo climático postglacial. El 17ª año de la primera centuria del segundo milenio positivo en el axis de la positividad : ) Bienvenidxs al fin del año en otoño, las hojas caen en Europa, damas y caballeros y monstruos. Abróchense los chubasqueros. Tenemos un padre: el hombre de Cro-magnon. La madre será entonces la tierra que les permite la alquimia del carbono 14 a esos héroes anti-anónimos que se inventaron la Historia, pero omitámoslo, objetifiquemos cuerpos para significar todo lo que omitimos y celebremos como cada dia la víspera del Apocalipsis (esto es equivalente a “ser positivx”). Nuestros órganos tienen los nombres de los hombres que, descuartizando cadáveres, los explicaron y definieron (el Cabinete de la Dra Caligari dixit).

Fumo monstruos

mayo/2015

El monstruo de cien caras

está ahí fuera

supura el llanto encerrado

de este laberinto

engrandecido al infinito

por salvajes arbustos

que tapan sin piedad

los caminos cuyo tránsito

imagino,

hasta que pinchan

los tonos ácidos

que escapan entre colmillos,

hasta que me agarra el rostro

y me aterroriza los cimientos.

Me fumo envuelta en mis venas

la sangre verde y marrón

del monstruo

que vende ojos sueltos por las esquinas

Utrecht

“‘Cause you’re the child and I’m the wings”

Escucho a Inés cantar mientras me digo: dale, escribe, comparte tu self-imagen de alguna forma para facilitar el reflejo. Love always blossoms in secret connections, y yo me pregunto si es amor lo que siento con A. o es pura proyección de mi necesidad de confirmación.

Si mi amor a mí mismx es esa proyección, ¿que sea hasta que explote? ¿Que se transforme con cierta confesión?, que en realidad acerca, no voy a engañarme, me acerca a mí también y me aclara las posibles expectativas, que no dejan de ser triquiñuelas para cegarnos con la idea de controlar lo que pasa, al menos para mí, aquí, un sábado al mediodía con cielo gris y lluvia frecuente, con frío húmedo que me hace olvidar escribir.

Llegué a Utrecht hace poco más de un mes y estuve dos semanas viviendo en casas hasta que encontré la mía. La gente holandesa es curiosa y extraña, parece que esconden su pasado ancestral como habitantes silenciosos y embarrados de las tierras bajas, de las ciénagas y de los bosques, pelirrojos y altxs como el demonio algunxs para encontrarse en la niebla. La verdad es que me saturo con tanta historia. Me pregunto si ando dependiente de un espejo que yo creo para permitirme conectar con la música, me pregunto adónde llevará tanta implicación sin filtro con tantas personas a través de mis supuestas e intuitivas abilidades para involucrarme y ayudar. Me pregunto cómo será estar entre los árboles y escuchar la lluvia, cómo estará el mar. Viajar en este país es extremadamente caro (salvo para lxs holandeses) y finding the healing en lxs demás se puede convertir en una búsqueda desobitada de confirmación, así que con la calma, me digo, sin prisa, con el placer de aguantarme solx, de ver un árbol desde mi ventana y de haber podido contemplar el sol en mi viaje a Kannalstraat para comprar frutas y verduras, aunque era un pequeño circulito del tamaño de una avellana.

Me pregunto cómo están mis hermanas, mis hermanxs de la península histérica y de otros lugares aún más histriónicos del planeta tierra. Os pienso y os tengo presentes. Aunque me esté costando desprenderme del sueño alrededor de media hora, tengo energía para prenderle fuego a un rascacielos e intento cuidarme lo mejor que puedo. Queremos organizar un Witch Festival de dos o tres días en octubre, en la okupa/centro social habitado de Ravellaan y me pregunto si las estrellas coincidirán para que Inés toque su música. Me resbala el sudor frío de sentir el peso que carcome del simulacro, pues esta es la tierra del simulacro, esta Europa orgullosa y traumatizada por la última guerra, blindada en su enfermiza palidez, sala de reuniones de la vieja aristocracia psicópata mundial. Me pregunto cuántas personas deciden irse de aquí porque han olvidado que la ilusión radical de una revolución mágica que transforme el ansia de destrucción (sin planes de desarrollo de ningún tipo, por Dios) es el starting point de cualquier fighting healing performance. Me pregunto hasta que punto nuestra dignidad se restriega pisoteada entre botas de cuero al intercambiar afecto con máquinas planas y frías y al decidir con ellas focalizar nuestra atención meta-referencial (mimeti-Zar/Ser) en momentos extremos, donde el teatro se explicita y se comenta para llegar a lo mismo sin decir nada más que lo que dice, sea esto cualquier espectáculo de “artes”, cualquier diálogo que se extienda, cualquier suceso que parezca reivindicar que la nada del Ende no es invencible. Esa es su trampa, su filtro, si simulacro: exponerse al público, objetificarse al visibilizarse y asomarse a las posibilidades de lo socialmente inteligible. Lo socialmente inteligible es una red sintética de vampirxs, puesto que solo la muestra de poder nos legitima. ¿Y lxs que están muriendo, lxs que hablan bajo, lxs que no hablan? Definitivamente, la academia debería callarse en vez de creerse con la habilidad de traducirles. Pero también deberíamos callarnos todxs lxs demás y escuchar, en realidad debería callarme yo, qué digo, formulando sutiles decretos… la lluvia habla pese a su acidez y su determinación de anular las sonrisas de plástico de la gente robotizada.